Evidentemente, la Rusia de Vladimir Putin ha heredado muchos de los problemas que torturaron a la URSS, desde la decadencia demográfica, la corrupción y el inmovilismo de la burocracia estatal, hasta el excesivo peso de los recursos naturales en la economía del país.
Washington, Diana Negre*
La irrupción de China como segunda economía mundial y principal amenaza de la hegemonía estadounidense ha relegado a Rusia en la opinión pública del protagonismo que detentó durante los últimos 80 años.
Pero el Kremlin sigue siendo un gran protagonista del juego político mundial y desde un punto de vista militar, es hoy más fuerte y peligroso incluso que la URSS del siglo pasado, cuando protagonizó la “guerra fría”.
En realidad, esta visión degradante de la Federación Rusa es un error de apreciación de los políticos estadounidenses, un error que el papanatismo mediático ha difundido por el mundo como verdad paradigmática. Recuérdese que en el 2014 el senador John McCain (ya fallecido) dijo que Rusia era… “una gasolinera disfrazada de Estado…”; y ese mismo año, el Presidente Obama definió a Rusia como mera “potencia regional”. No era así, pero sonaba bien ante la audiencia nacional y era electoralmente rentable.
Evidentemente, la Rusia de Vladimir Putin ha heredado muchos de los problemas que torturaron a la URSS, desde la decadencia demográfica, la corrupción y el inmovilismo de la burocracia estatal, hasta el excesivo peso de los recursos naturales en la economía del país. Pero así y todo, su peso real en los mercados mundiales hace de la Rusia de hoy la segunda economía de Europa y la sexta del mundo. Más aún: las sanciones impuestas por Occidente a Moscú por la anexión de Crimea y otros territorios ucranianos han acabado beneficiando a Rusia, que reorganizó su economía. Además, ha potenciado el decadente sector agrario hasta alcanzar en ese sector exportaciones anuales superiores a los 30.000 millones de dólares.
Además, las sanciones estimularon todavía más los esfuerzos rusos en el campo de la investigación y tecnología y hoy figura entre los diez países que más invierten en esos campos.
Anteriores a las reformas económicas provocadas por las sanciones son las reformas militares. La carrera armamentista ruso-americana del siglo XX, que supuso la estocada final para las finanzas soviéticas le evidenció al generalato ruso los retrasos armamentistas y organizativos que padecía el país. Hoy su capacidad de movilización rápida, movilidad y su arsenal de armas ultramodernas es tan próximo al de la OTAN que en el caso – hoy por hoy, improbable – de una confrontación de ambos ejércitos, resulta imposible predecir quien ganaría la guerra. El Kremlin viene invirtiendo desde el 2008 cerca de 150.000 millones de $ anuales en sus fuerzas militares.
Esta crecida peligrosidad rusa ha quedado pasmada en la cumbre OTAN-EEUU de esta semana en los países bálticos, donde se debatieron las medidas a tomar en caso de que Rusia aprovecha la concentración de cien mil de sus soldados en la frontera ucraniana para invadir y ocupar esta nación.
Por último, este balance comparativo de las fuerzas militares OTAN-Rusia no incluye las “otras fuerzas” – servicios secretos, quintas columnas potenciales, fuerzas mercenarias presentes en el tercer mundo, etc. No figuran en el balance porque su evaluación es dificilísima, pero su peso en una guerra total – como fue la II Mundial o, últimamente, la del Afganistán – es evidente a todas luces. Y en este campo, Rusia cuenta con la larga experiencia que inició ya la URSS.
*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.