Los demócratas de centro son ahora quienes más votos tienen y es suicida para el partido seguir políticas extremas que serán rechazadas y empujarán a los sectores moderados a refugiarse en brazos republicanos.
Washington, Diana Negre*
El presidente Biden no lleva aún 10 meses en la Casa Blanca, pero muestra un desgaste político mucho mayor de lo que le corresponde por el tiempo transcurrido al frente del país – y su Partido Demócrata tiene tantas razones para sentirse inquieto que muchos de sus correligionarios han expresado públicamente su preocupación.
El motivo es que las pocas elecciones celebradas en diversos lugares de Estados Unidos en esta semana indican que la opinión de los norteamericanos acerca de los políticos sugiere que se han cansado de las promesas demócratas y quieren dar una oportunidad a los republicanos para que aporten una alternativa.
En el estado de Virginia, próximo a Washington, los republicanos ganaron los comicios a gobernador y vicegobernador, a pesar de todos los esfuerzos demócratas por conseguir que los votantes identificaran a sus rivales políticos con el ex presidente Donald Trump. En contraste con las presidenciales del año pasado, cuando el entonces candidato Biden sacó 6 puntos de ventaja a Donald Trump, tanto el candidato a gobernador como él a vice gobernador, sacaron mayorías claras.
Para ponérselo peor a los demócratas, la candidata que ganó la plaza de vicegobernadora es mujer y negra, dos grupos sociales en que los demócratas tienen puestas sus esperanzas electorales.
En otros lugares, como Nueva Jersey o Nueva York, los ganadores han sido demócratas. Pero uno es defensor de la “ley y el orden público” por haber sido policía en Nueva York (a diferencia de las corrientes en su partido que tratan de abolir la policía) y en Nueva Jersey la victoria demócrata ha sido mínima, a pesar de la fidelidad tradicional de este estado al Partido Demócrata: si en 2017 el actual gobernador demócrata ganó con una ventaja del 15% de los votos, esta vez tan solo obtuvo un 1.5%.
Para el aspirante demócrata de Virginia, Terry McAullife, quien ya fuera gobernador de ese estado años atrás, la derrota ha de ser amarga pues el presidente Biden ganó en este estado ampliamente hace un año y parecía ser terreno abonado para su partido.
En este caso concreto, McAullife se ganó el fracaso a pulso cuando defendió a capa y espada las posiciones de los maestros frente a las protestas de las familias que están en desacuerdo con partes del programa educativo. A muchos padres no les gusta que sus hijos escuchen de sus maestros que sus padres son racistas y privilegiados simplemente por ser blancos, o que les expliquen que han de descartar la idea milenaria de que cada persona nace con uno de dos sexos, pues eso es hoy en día cuestión de preferencia personal.
Cuando los padres protestaron, McAuliffe, a instancias del sindicato de maestros, que es uno de los bastiones del Partido Demócrata, aseguró que la educación pública es cuestión de los maestros y del estado y los padres no deben intervenir. Esto fue suficiente para irritar a los millones de familias que le habían apoyado…mientras no se sentían perjudicadas.
En estos momentos, la política norteamericana está influida principalmente por el ala más radical del Partido Demócrata y trata de reformar las estructuras sociales de una manera profunda e irreversible, algo así como los cambios que llevó a cabo en su día el presidente J.D. Roosevelt a causa de la gran crisis financiera de 1929.
Pero ni Biden tiene la talla de Roosevelt ni la situación actual es semejante a la de entonces, cuando el país sufría las consecuencias de la Gran Depresión y, más tarde, estaba enfrascado en la Segunda Guerra Mundial. Ni obtuvo en las urnas la victoria abrumadora que en su día tuvo Roosevelt.
Biden ha ido perdiendo apoyo porque la mayoría del país se ha desencantado al ver que no es el personaje por el que creían haber votado La metamorfosis desde el que se había presentado como candidato de centro izquierda a portavoz de los sectores radicales ha decepcionado a independientes y demócratas moderados y ha echado por los suelos el apoyo popular que tuvo inicialmente: del 36% que aprobaba su gestión al entrar en la Casa Blanca, ha pasado a tan solo el 22%, una gesta que muchos creían reservada exclusivamente para Donald Trump quien, de hecho, le sobrepasó en apoyo popular en esta etapa de su mandato.
Los demócratas de centro son ahora quienes más votos tienen y es suicida para el partido seguir políticas extremas que serán rechazadas y empujarán a los sectores moderados a refugiarse en brazos republicanos, o por lo menos a abstenerse durante las elecciones.
A la mayoría de los votantes les parece arriesgadísimo lanzarse, en momentos en que el país aún se está recuperando de la pandemia y el parón económico, a un programa de prebendas sociales de más de 5 billones de euros, o compensar a las familias de inmigrantes indocumentados con 400.000 euros por persona por las angustias que pasaron durante la presidencia de Donald Trump.
Esta última medida parece un globo sonda lanzado hace una semana, en que las familias de inmigrantes indocumentados serían compensadas con unos 800.000 dólares, pues la compensación habría de ir tanto a los niños como a los padres. La reacción fue tan negativa y extensa, que por el momento parece una iniciativa descartada.
Pero los sectores progresistas no se arredran, como si supieran que esta es una breve oportunidad para dejar su marca en el país, antes de que recuperen el poder los sectores moderados del Partido Demócrata, o incluso el Republicano.
Lo que está claro es que después de la tumultuosa presidencia de Donald Trump, las aguas políticas van a seguir agitadas, tanto si gobiernan los unos como los otros.
Muchos, entre ellos los corresponsales extranjeros en Estados Unidos, achacan esta agitación a los desmanes y desplantes de Donald Trump, que generó algo así como una “irascibilidad pública”. Pero no está tan claro que el expresidente haya sido la causa de las tensiones actuales. Tal vez fue simplemente la continuación de unas tendencias visibles ya durante la presidencia de Barak Obama, un hombre del que tantos esperaban una era de armonía racial por ser el primer presidente negro del país, pero que dejó tras de sí unos enfrentamientos todavía mayores de los que halló al tomar posesión de la presidencia.
Ahora falta un año hasta la elecciones legislativas de 2022, tiempo más que suficiente para que Biden y el Partido Demócrata se recuperen…. sino fuera porque Biden tiene escasa capacidad de convertirse en un personaje distinto, pues cada día parece más una marioneta manipulada por diversos sectores de su partido. Y porque los grupos radicales que le apoyan y aúpan perderían razón de ser en un contexto de moderación.
*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.