Para Abinader y todo su gobierno el desafío crucial es el de borrar un pasado de desafueros, permisividades e impunidades que han depreciado el valor de la ley, la autoridad innata de los poderes del Estado y el sistema de partidos.
Por Miguel Franjul*
Al abanderarse en una lucha contra la corrupción y el flagelo del narcotráfico, el presidente Abinader se abre un abanico de presiones y resistencias frente a las que no puede ni debe claudicar.
Descabezar redes del crimen organizado que manejan miles de millones de pesos y dólares y, en paralelo, ponerle un torniquete a la corrupción administrativa, es una apuesta colosal e histórica.
Nunca se pudo hacer a esta escala porque muchas voluntades fueron doblegadas por la realidad y la magnitud del control que han ejercido, y todavía ejercen, los clanes del crimen organizado.
Estos clanes han envilecido las fortalezas de la justicia, los partidos, los cuerpos militares, el Congreso y los ayuntamientos y han llevado a la sociedad a un estado de crisis moral como jamás se ha visto.
Y esa sociedad, con las energías vivas que todavía le quedan, llevó al poder a un Presidente que justamente le prometió revertir el curso de esa decadencia, decretando “tolerancia cero” contra la corrupción y otorgando independencia al ministerio público para actuar contra el flagelo y su impunidad.
La mejor prueba de la impunidad no solo se refleja en la cantidad de delincuentes que reinciden, sino en aquellos a los que la justicia no les toca ni les llega de cerca o a los que compran indulgencias o descargos a billetazos limpios o al más despiadado chantaje.
Con tantas estructuras carcomidas, presentar batalla al fenómeno es un acto de defensa de la institucionalidad.
Para Abinader y todo su gobierno el desafío crucial es el de borrar un pasado de desafueros, permisividades e impunidades que han depreciado el valor de la ley, la autoridad innata de los poderes del Estado y el sistema de partidos.
Al presidente Abinader no puede dejársele solo, aislado, a su propia suerte.
Solo por esta muestra de coraje y de valor y la determinación de cumplir estos empeños, la sociedad que aspira a un orden distinto, en el que la corrupción y el bandidaje de los delincuentes dejen de ser el cáncer maligno, es la primera que debe alinearse para que no fracase ni para que las fuerzas del mal pretendan derribarlo.
*Miguel Franjul es director del periódico Listín Diario, decano de la prensa nacional.
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