Rodolfo R. Pou L 2/2
En la vida, querer pertenecer no es tan importante como el ser aceptado.
A pesar de la izquierda valiente y libertadora que llevamos los dominicanos en la sangre y el pecho, no es menos cierto que también llevamos otra de derecha, igualmente valiente y libertadora. Una derecha que inadvertidamente se confunde con racismo, por su arraigada postura anti-haitiana y su histórica atadura al caudillo y su sucesor.
No obstante, la inmensa mayoría de dominicanos que llegaron durante décadas a los Estados Unidos no mostró inclinaciones de manera inmediata hacia los republicanos. Lo natural era acercarse a los demócratas, pues ahí estaban los nuestros. Por ello, al llegar, ni curiosidad presentaron por aproximarse a esa organización, a pesar de que existían motivos y estímulo para ello. La mayoría de ellos lo hizo con el tiempo. Más por alguna mala experiencia interna o alguna decepción que recibieran de los demócratas. O simplemente por el hecho de no encontrar lo que buscaban en la organización azul, más que por que se visualizaban como derechistas americanos.
A pesar de que es evidente que la política exterior de los Estados Unidos hacia Latinoamérica no es una cambiante, es decir que, aunque haya cambio de administración, esta rara vez cambia, la mayoría de las diásporas hispanoparlantes que residen en Estados Unidos quieren una política exterior hacia su nación de origen, con la cual se puedan identificar. Una que refleje sus preocupaciones con el tráfico de drogas y armas, la necesaria justicia independiente, la corrupción política y la falta de seguridad. Que sea una política exigente, pero cooperante. Firme, pero sin atropellos a la soberanía.
Reitero que, cada vez más, el paralelismo entre la política dominicana y la americana, planteada por el Partido Republicano, da señales de que esa certeza de que ‘los dominicanos todos son demócratas’ puede eventualmente mostrar fisuras. Para señalar algunas, tomemos como: la inmigración ilegal por parte de los haitianos; un muro fronterizo; favorecer un mayor gasto militar y los valores tradicionales, forjados alrededor de una base cristiana, son parte de la plataforma Republicana y en gran parte también lo es de la nación dominicana. Así que, es evidente que la posibilidad de que con el tiempo haya un mayor y más significativo crecimiento en la participación dominicana dentro del G.O.P., si esta organización opta por capitalizar la conexión de sus políticas con el voto dominicano.
Postulándonos.
Rara vez encontraras a un dominicano en una boleta electoral como candidato republicano, pero de vez en cuando uno de los nuestros, en busca de espacio propio o disgustado con los demócratas, opta por postularse como republicano. Y conste, que lo hace sabiendo que no podrá contar con el voto de los nuestros.
Tomemos esta muestra. Para resaltar un aspecto de mi tesis, el reconocido dominicano Fernando Mateo, quien se hiciera famoso en los noventa por ser la cara del sindicato de taxistas de New York y por su caritativo trabajo social de intercambiar armas de fuego por juguetes. Él es una figura muy conocida, con profundos vínculos en las comunidades latinas y de inmigrantes, que cualquier partido quisiera tener en sus filas representativas.
Ahí el ejemplo. Mateo ha optado por conquistar la nominación republicana a la alcaldía de la ciudad de Nueva York en las primarias del verano de 2021. Y su expresión pública, la cual fuera captada por el New York Post, resalta parte de la tesis que fijo sobre como los dominicanos se acercan a los republicanos cuando guardan descontento con los demócratas. Y cito, “…acuso a la cúpula del Partido Demócrata de Nueva York de inclinarse demasiado hacia la izquierda y ayudar a los delincuentes en lugar de los ciudadanos y víctimas respetuosas de la ley.”
Tomemos esta otra muestra. Para las elecciones que se celebrarían en noviembre del 2018, meses antes, Mayra Joli, una abogada dominico-americana de la ciudad de Coral Gables en el Estado de la Florida, la cual años previo se expresara públicamente como demócrata, presentó una precandidatura congresual como republicana, por el vacante distrito 27. Las razones de esa postulación puede que estén más acorde con influencias externas y familiares que con el hecho de descontento o sentimiento de derecha que portamos los dominicanos. Poco después, Joli optaría por cambiar su definición partidista a “Independiente” y así evitar la reñida contienda interna de los republicanos.
Lo entiendo más de lo que se imagina.
Y para complementar mi enfoque, me he acercado al administrador en asuntos hidráulicos y de construcción, el dominico-americano Roddy Gómez, residente del sur de la Florida, y que una vez se identificara como demócrata, pero desde hace varias administraciones, lo hace como republicano. Me asegura Gómez, a manera de metáfora y como el hombre de infraestructura que es, que, “a veces los dominicanos tomamos un carril cualquiera, sin asegurarnos de la condición de la carretera”. Partiendo de esa idea, me cede puntos de vistas que van más allá de sentirte atraído a un partido por sus posturas o porque que es la opción contraria al que te defraudó. Su parecer lo fijó alrededor de la experiencia cubana, la cual me la describe como una que supo ser minoría de punta dentro del Partido Republicano, por encima de la saturación de minorías, en el Demócrata, sin ningún protagonismo. “Eso es saber capitalizar tus recursos. Y ya los haitianos van por el mismo camino”, me fija.
Me recuerda como fueron los demócratas quienes nos invadieron dos veces en un lapso de cincuenta años. Y como si estuviese sosteniendo la bandera en el pecho me, dicta que nosotros somos gente de principios. De “Dios Patria y Libertad”. Se que sus planteamientos no son ecos de cajas de resonancias impuestas por un adoctrinamiento. Son tan sinceras como las que yo comparto con amistades sobre la inclusión, participación y la eliminación de la discriminación.
Seguimos conversando, aceptando que en este momento es el portavoz de los dominicanos que se identifican con el Partido Republicano.
Me expone sobre la dejadez y el ausente activismo de los nuestros en el partido de Lincoln. Acepta que la mayoría de los latinos que militan en la organización roja, son parte de comunidades que no tienen donde regresar. “Pueden echar raíces aquí”, me dice. Pero, el que los dominicanos tengan la opción de regresar a su nación de origen, es algo que nos impide tomar la política local en serio y a su vez, el que los políticos locales nos tomen en serio, me da a entender.
Cierra sus pensamientos acordando que ambos partidos se han alejado del centro conveniente para todos. Que esos extremos lo que hacen es excluir gente buena que, a pesar de poseer puntos valiosos diferentes, son capaces de encontrar campo común en un intercambio adulto.
Nos despedimos pensando que a veces somos incapaces de ver el bosque desde adentro. Que para lograr el balance que el aspira, primero debe venir un cambio significativo en lo interno de esa organización. Uno de apertura étnica, racial y cultural, no solo basada en representaciones simbólicas como ha sucedido hasta ahora. Sino realmente significativa y alejada de las escenas históricas que en poco tiempo ya no se podrán citar. El mundo de los Whigs ya no existe. Tampoco el de Lincoln, ni el de Reagan o Bush padre. Y el reciente es una aberración de los valores que una vez estos guardaron. Sin embargo, de Gómez solo escuché los fundamentos naturales del partido. Nunca cedió ser cómplice de los actos recientes ni de los facinerosos que lo protagonizaron.
El partido rojo no cuenta con nosotros para ganar ninguna precandidatura o postulación cualquiera. Ni local, ni estatal, ni nacional. Incluso, no se vislumbra que su discurso se ajuste en lo más mínimo a nuestros intereses. Sin embargo, el balance en la democracia es necesario. Y aunque los dominicanos mayormente nos identificamos con las corrientes demócratas y renovadoras, concibo que aquellos que se sientan que es en la estructura republicana y conservadora que deben exponer y forjar un lecho digno y acorde con la dominicanidad por la que se nos conoce, pues bienvenido. Entendiendo que, tanto en la política como en la religión, como por igual en toda otra relación grupal o personal de nuestras sociedades y vidas, el querer pertenecer no es tan importante como el ser aceptado.
Nota: Gómez siempre mantuvo el intercambio sobre el marco de los valores. Solo mencionó a Trump, una sola y breve vez.