El gran problema que plantean Branson y Bezos es que por puro interés comercial ponen en peligro el equilibrio ecológico del planeta.
Madrid, Valentí Popescu
Ya se han registrado dos vuelos turísticos estratosféricos y nadie ha puesto aún el grito en el cielo. Pero de proliferar masivamente semejante actividad, será la Naturaleza quien lo haga. Mejor dicho, sumergirá la Tierra en un nuevo diluvio universal; pero esta vez nada mítico.
Los vuelos inaugurales del mes de julio de los multimillonarios estadounidenses Bezos y Branson no impactan en el equilibrio ecológico del mundo. Como hechos aislados son intrascendentes, pero de repetirse masivamente pueden generar otro diluvio universal…
Porque, medido en la cantidad de anhídrido de carbono (CO2), cada cohete espacial propulsado con carburantes sólidos o mixtos genera una polución considerable y, con ella, acelera el calentamiento global. Según los científicos, una subida de un solo grado en uno de los polos terrestres fundiría el 5% de la capa de hielo… con la correspondiente elevación del nivel de los mares.
Cálculos comparativos – cohetes espaciales / vuelos intercontinentales Londres a Nueva York – indican que mientras uno de los segundos genera dos toneladas de dióxido de carbono por pasajero, el desplazamiento al espacio exterior genera cuatro toneladas y media por pasajero.
Y no es sólo el anhídrido; también está la contaminación por hollín y partículas de aluminio. Esta polución en la atmósfera es relativamente inocua porque las lluvias y tormentas lavan el aire. Pero en el espacio exterior no llueve y las partículas se acumularían, masificarían, durante larguísimos periodos de tiempo con consecuencias que pueden ser catastróficas para el clima del planeta.
El gran problema que plantean Branson y Bezos es que por puro interés comercial ponen en peligro el equilibrio ecológico del planeta. El futuro abaratamiento de estos vuelos es seguro si el tráfico que generan se intensifica y tanto el “Blue Origin” de Bezos como el “Virgin Galactic” de Branson han apostado firmemente por el turismo estratosférico de masas. Bezos, fundador del gigante comercial “Amazon”, creó la empresa “Blue Origin” ya en el año 2000 y no ha cejado desde entonces en desarrollar el proyecto.
Existe un tercer transportista espacial del que apenas se habla: Elon Musk. Pero este, más impaciente y pragmático que sus rivales, no quiere pasear a la gente por las alturas, sino que lleva ya tiempo haciendo transportes estelares para la NASA. Es una tarea muy específica y muy limitada, pues en todo el año 2020 no se registraron en todo el mundo más que 225 lanzamientos más allá de la atmósfera. Una cifra que resultará ridícula si se la compara con los vuelos turísticos que esperan realizar Bezos y Branson en un futuro próximo.
Por último, aún antes de competir comercialmente, estos dos pioneros del turismo por el espacio exterior alardean der lo que no han hecho realmente. Porque el vuelo de Branson no sobrepasó los 80 km de altura y el de Bezos, los 100. Y hoy por hoy, la ciencia dice que la estratósfera comienza más allá de los 100 km. Musk, que no compite publicitariamente con dichos promotores, sí que lanza sus nave al espacio exterior. La estación espacial internacional de la NASA se halla a 360 km de la Tierra.