Por una vez, los norteamericanos han usado las informaciones de sus servicios secretos mejor que sus aliados occidentales, aunque este hecho excepcional no parece haberles servido de mucho, porque los tanques rusos están en las calles ucranianas y cientos de miles de refugiados siguen huyendo a Europa.
Washington, Diana Negre*
Por una vez, el poco afortunado y torpón presidente norteamericano Joe Biden se ha podido poner una medalla: fue el único líder del mundo rico que previó una invasión rusa en Ucrania.
O, por lo menos, el único que la anunció. No sólo eso, sino que lo repitió a los cuatro vientos y se aseguró que sus funcionarios hicieran otro tanto.
Por una vez, los norteamericanos han usado las informaciones de sus servicios secretos mejor que sus aliados occidentales, aunque este hecho excepcional no parece haberles servido de mucho, porque los tanques rusos están en las calles ucranianas y cientos de miles de refugiados siguen huyendo a Europa
Su problema es que, esta vez, sus aliados occidentales no le creyeron. Seguramente no lo querían creer y preferían seguir comprando el gas ruso, haciendo negocios con el sucesor de los zares comunistas y ponerse las medallas de la armonía y el diálogo
Y es que el momento era muy inoportuno: los países ricos andan afligidos con el cambio climático, que ya es de por sí un problema, pero se ve agravado por el desacuerdo en cuanto a sus motivos y en cuanto a las soluciones: mientras los franceses, aplicando la lógica cartesiana de la que tanto presumen, deciden recurrir a la energía limpia nuclear, los alemanes ceden a sus neuras habituales y cuentan con la energía solar que produzcan sus cielos grises, además de rechazar las centrales atómicas. Como si a ellos no les iba a afectar un accidente en una planta nuclear francesa, dado que sus vecinos galos tienen las centrales en las fronteras.
Tan lamentable situación podría obligar a la rica Europa occidental a apretarse el cinturón, o a utilizar las armas súper avanzadas de que disponen. Era mucho mejor dar la espalda a la realidad y desoir las advertencias de Biden. A fin de cuentas, ¿no les engañó en su día el segundo presidente Bush con las armas de destrucción masiva en el Irak? ¿Y qué sentido tiene poner en peligro las vidas de ningún ciudadano europeo, en aras de la paz en un país del que apenas saben nada?
Tampoco hay que olvidar las modas políticas del momento en Estados Unidos: ¿cómo se van a ocupar de algo tan aburrido y lejano como los tanques en Ucrania, cuando tienen que resolver los problemas de los transexuales, el cambio de sexo de los niños o el pronombre con que hay que dirigirse a “ella”, “él” y “lo”…aunque también hay “la”, algo así como un neutro de origen femenino, o masculino según se dé el caso, o tal vez no sea de origen sino de finalidad….y así se consume el tiempo en los otrora centros de pensamiento político norteamericanos.
A todo esto, no sabemos si lo que decía Biden, que por una vez era lo cierto, corresponde a un cambio hacia una política más seria, o fue un error momentáneo antes de volver a lo suyo, que es tener contentos a los extremistas de su partido y olvidar a las aburridas masas de gente corriente y moderada, más interesada en votar por lo que les conviene que por la moda política del momento.
Naturalmente, a Vladimir Putin y su peña de amigos íntimos le parece todo muy bien. Las sanciones que le han impuesto las puede resistir durante un tiempo, seguramente más del que están dispuestos a sufrir los políticos occidentales para mantener estas sanciones. Porque sus votantes perderán esos clientes que los mortales comunes llaman “mafia rusa” pero que hacen las delicias de las joyerías, envían a sus hijos a estudiar en universidades con “campus” lujosos y compradores de residencias de zonas exclusivas.
Y esto representa un riesgo, todavía mayor del que ya existe, de que la pequeñísima mayoría parlamentaria de que gozan los demócratas desaparezca en noviembre. De esta forma, Biden podría dedicarse de lleno a la política de los pronombres, porque para gobernar Estados Unidos tendrá las manos atadas.
Tan lamentable situación podría obligar a la rica Europa occidental a apretarse el cinturón, o a utilizar las armas súper avanzadas de que disponen. (Foto: Fuente externa).
*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.