Ahora, cuando las elecciones son para congresistas o senadores, Trump es un problema porque apoya a candidatos a veces demasiado radicales para ganar en noviembre y priva así al partido de los elementos para obtener una victoria que debería ser fácil.
Washington, Diana Negre*
A solo tres meses de las elecciones legislativas, con la popularidad del presidente Biden a niveles más bajos que cualquiera de sus recientes predecesores a excepción de Jimmy Carter, el Partido Republicano se puede frotar las manos en espera de un paseo electoral que le permita neutralizar cualquier iniciativa demócrata y preparar el camino hacia la Casa Blanca dentro de dos años.
Pero esta vez, las previsiones ya no son tan seguras: los republicanos se las han de ver con Donald Trump, que planea como un moscardón sobre el futuro del Partido.
Después de sus pataletas tras la derrota electoral de hace casi dos años, Trump ha perdido mucho apoyo en los sectores que generalmente deciden las elecciones, es decir, los que no se comprometen con ningún partido, se consideran independientes y votan por quien mejor les parece en el momento de ir a las urnas.
Pero si los incondicionales de Trump son una minoría dentro del sector republicano, su número tampoco es despreciable y representan un bloque al que ningún candidato republicano puede renunciar si ha de obtener la mayoría.
Son gente que no votaría por un candidato demócrata, pero si el aspirante republicano no les satisface, simplemente se quedan en casa y privan al partido de un número tan grande de votos que la victoria electoral es casi imposible.
La presencia de Trump en la campaña para las legislativas de noviembre no es solamente un problema para los republicanos ahora, sino también una muestra de lo que podría ocurrir dentro de dos años.
Ahora, cuando las elecciones son para congresistas o senadores, Trump es un problema porque apoya a candidatos a veces demasiado radicales para ganar en noviembre y priva así al partido de los elementos para obtener una victoria que debería ser fácil.
En 2024, para las elecciones generales, Trump asegura que quiere volver a presentarse como candidato presidencial, lo que favorecería a los demócratas por varias razones. Una de ellas es que Trump tendría difícil la victoria, porque sus fieles incondicionales no son suficientes, los independientes probablemente no le votarán y los elementos de centro de su partido seguramente se abstendrán.
Otra es que la lucha en las primarias para obtener la candidatura sería esta vez más dura que en 2016. Si alguno de los rivales de Trump consigue imponerse y convertirse en candidato, probablemente no tendrá el apoyo de los seguidores más entusiastas de Trump y se verá en situación de desventaja ante los demócratas.
Si, por el contrario, se impone Trump, alejará a los elementos moderados, imprescindibles para ganar las elecciones.
Además, Trump tiene las arcas tan repletas que es muy difícil luchar contra él para obtener la nominación. Desde que perdió las elecciones, ha seguido pidiendo y obteniendo dinero para su campaña. Es decir, los republicanos no pueden ganar sin los votos que atrae Trump, ni tampoco con los problemas que acarrea su candidatura: ni con Trump ni sin él.
En 2024, Trump tendrá ya 78 años, la misma edad que Biden cuando ganó las elecciones. La senilidad del actual presidente no se ha de repetir necesariamente en su sucesor a pesar de coincidir las edades, pero el recuerdo de los cuatro años de Biden buscando palabras y con lapsos evidentes, puede perjudicar la candidatura de Trump.
La única solución desde el punto de vista republicano es que Trump renuncie y se convierta en un personaje influyente dentro de una futura administración de su partido y que ayude a un candidato viable tanto por el dinero de que dispone como por los votos conservadores que puede atraer.
Que ésta sea la fórmula más lógica y práctica no significa que sea la más probable…ni probable en absoluto: el ego del magnate neoyorquino puede pesar más que cualquier consideración práctica.
*Diana Negre, periodista, escritora,, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.