Para nadie es un secreto de larga data que en muchas academias de los Estados Unidos se imparten nociones absolutamente erróneas, torcidas, prejuiciadas y tremendistas, sobre la realidad objetiva de los vínculos entre ambos pueblos, así como sus raíces y diferencias profundas por razones culturales e históricas. Esta vez, la excusa es por un canal fronterizo violatorio e ilegal
El incidente de mal gusto que protagonizó una desconocida estudiante de la Universidad de Columbia frente al presidente Luis Abinader el pasado lunes en esa casa de estudio en Nueva York, refleja la ignorancia supina que existe sobre los lazos y la presencia haitiana en la República Dominicana.
Para nadie es un secreto de larga data que en muchas academias de los Estados Unidos se imparten nociones absolutamente erróneas, torcidas, prejuiciadas y tremendistas, sobre la realidad objetiva de los vínculos entre ambos pueblos, así como sus raíces y diferencias profundas por razones culturales e históricas. Esta vez, la excusa es por un canal fronterizo violatorio e ilegal.
La narrativa urbana que vende a República Dominicana, un país multiracial, como “verdugo, racista y xenófobo;” y a Haití como víctima eterna, aupada por sectores “progresistas”, políticos y pandilleros dentro y fuera de ese país, ya se está desmontando gracias a los esfuerzos ingentes que realiza el presidente Luis Abinader en los foros internacionales sobre la solución a la crisis permanente haitiana, pese al discurso de odio que impera en estos días.
Frente al tema, resalta la irresponsabilidad de algunos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, el cual puede en última instancia decidir si procede una acción multinacional de pacificación en Haití. Es el caso de la República Popular China y la Federación Rusa. Ambas anteponen sus intereses estratégicos espurios por encima de la violencia y las calamidades del pueblo haitiano.
Como afirmara y ratificara el presidente Luis Abinader, “no hay solución dominicana al problema haitiano. La solución a los problemas de Haití está en Haití» y en manos de la comunidad internacional. No en manos de una jovencita imberbe y mal educada.
La Universidad de Columbia le debe un desagravio al mandatario y al pueblo dominicano por permitir la ofensa indebida a su investidura y a la nación que, de manera irrefutable, más ha hecho por aliviar los infortunios de sus vecinos.