Así, en este año de crisis económica provocada por el Covid, el precio de la madera ha subido de manera espectacular y hoy en día cualquier producto, ya sean vigas o laminados, vale 3 o 4 veces más que hace un par de años.
Washington, Diana Negre
Mientras los norteamericanos se preguntan cuando podrán volver a circular libremente y disfrutar de la compañía de amigos y familiares, su vida diaria y sus actividades económicas están ya marcadas por el impacto del Covid, que les ha confinado más que nunca en sus casas y ha acentuado algunas querencias naturales en la población de este país.
Porque, contrariamente a lo que ven los europeos en Nueva York, su ciudad preferida para hacer turismo, lo que en Estados Unidos domina y lo que los norteamericanos prefieren es la vivienda tan alejada del mundanal ruido como permitan el trabajo y las condiciones económicas.
Y precisamente esto es lo que ha fomentado el aislamiento impuesto desde hace un año para protegerse de los contagios: la gente ha emigrado en masa, no tanto a segundas residencias que aquí no son muy habituales, sino a casas nuevas a muchos kilómetros de distancia de lo que era hasta ahora su lugar de trabajo.
Es algo visible en cualquier excursión a zonas alejadas de las ciudades, donde las casas están subiendo de precio y la construcción está en auge.
Naturalmente, las consecuencias económicas son las previsibles: los precios inmobiliarios suben en las zonas rurales y bajan en las urbanas, especialmente en Nueva York donde sus habitantes más ricos se han refugiado en sus casas de vacaciones, mientras que otros simplemente se han mudado a lugares más baratos y menos poblados.
Y así, en casi todas partes, lo que sube son los precios de la construcción y, especialmente del principal material que se usa en Estados Unidos para construir casas: la madera.
Muchos visitantes europeos se sorprenden al ver tantos edificios de madera en el país y algunos incluso lo atribuyen al deseo de gastar poco. En realidad, este tipo de construcción responde a la gran abundancia de árboles en todo el país, además de que hay un gran aprecio por las cualidades de esta materia, especialmente la protección contra el frío DADO SU PODER AISLANTE.
Así, en este año de crisis económica provocada por el Covid, el precio de la madera ha subido de manera espectacular y hoy en día cualquier producto, ya sean vigas o laminados, vale 3 o 4 veces más que hace un par de años. Y, según muchos expertos, la tendencia continuará, con su inevitable repercusión en los precios de la vivienda.
Esto llega a tal punto que revaloriza los inmuebles que ya existen, pues construir hoy en día cuesta mucho más que hace unos años, con lo cual los inmuebles rurales o en pequeñas ciudades se van revalorizando de manera muy rápida.
Pero no todos gozan de la misma bonanza y precisamente los que permiten este auge de construcciones son los que pasan ahora uno de los peores momentos. Porque si bien la madera de construcción es más cara que nunca, los precios de troncos que permiten producirla no paran de bajar desde hace años, hasta el punto de que muchos propietarios se plantean vender sus bosques de pinos porque el rendimiento no permite ni siquiera pagar los impuestos del catastro.
A esta situación se ha llegado a causa de muchos factores, desde la competencia canadiense a los estímulos para aumentar las zonas boscosas, que han extendido las áreas cubiertas de árboles, principalmente de pinos, tan abundantes hoy que ha reducido los precios a niveles de hace medio siglo.
Muchos de estos bosques están en el sur del país, unas tierras favorecidas por los jubilados para huir de los fríos del norte y, ante las prolongada crisis del sector, muchos propietarios se plantean parcelar sus terrenos y vender las tierras a los refugiados de las nieves y los hielos de Nueva Inglaterra o de Chicago o Minnesota, o incluso a los llamados “pájaros de la nieve”, gente con medios suficientes para pasar el invierno en la Florida u otros estados sureños, y volver a su residencia habitual en el verano.
En el mundo empresarial, los grandes beneficiados del auge maderero son los empresarios de aserrado, en buena parte inversores canadienses. Tal vez por esto, el ex presidente Donald Trump, cuya experiencia profesional empezó en la rama de construcción, arremetió contra los madereros canadienses desde el principio de su mandato, a pesar de las buenas relaciones tradicionales entre ambos países.