La Ventanilla (1-2)
Por Nancy Mejías
Los médicos y los guardias caminan con pasos largos en el Psiquiátrico de San Martín. La frialdad de sus rostros y del salón sin adornos ni ventanas, reciben a una parte de los pacientes en la sala común. Entran en un murmullo y sus miradas deambulan hacia cualquier lado. El desinfectante se adhiere a las paredes, a los sillones y con el tiempo a la piel.
Los demás están recluidos en cuartos privados con paredes acolchonadas. Algunos hablan solos, meciéndose de un lado a otro, también están aquellos que se tiran en el piso gritándole a su imaginación. Sin embargo, no entiendo porqué encierran a Lina. Paso todas las mañanas por su ventanilla. Lina no lleva camisa de fuerza, tampoco tiene movimientos bruscos ni extraños. La miro a través del cristal y me demoro en limpiar el piso frente a su puerta.
Aparenta tener unos setenta años, me parece conocerla de otro lugar. Tiene el pelo largo prensado en una horquilla de piedras azules como las que usaba mamá. Se lo peina en una trenza que llega a las caderas. Viste su cama con un cubre colchón de encajes. Toma su tiempo adornándolo con peluches y muñecas. Una de las paredes está llena de recortes de revista. Son fotos de niñas de distintas edades. Se para frente a ellas rastreando el papel con los dedos. A veces se sienta en la mecedora con una sonrisa vaga y una de las muñecas sobre sus brazos, fija su mirada hacia algo en el horizonte.
Sentí curiosidad por saber qué le había pasado a Lina. Le pregunté a una de las enfermeras que tiene mucho tiempo trabajando en el psiquiátrico.
—Estuvo presa. — Me dijo Doreen, pero no me dio más explicación.
Una noche, mientras limpiaba las oficinas, abrí una puerta que conducía a un cuarto grande, de poca iluminación. En él, cientos de cajas organizadas en orden alfabético sobre varios anaqueles me esperaban. Miré hacia atrás, cerré la puerta sin hacer ruido y busqué su nombre: Lina Schultz, el archivo estaba en el tercer anaquel, bajé la caja, la arrastré debajo de una de las bombillas, me senté en el piso y empecé a leer.
Era la paciente con más tiempo en el psiquiátrico. Todo el personal había cambiado desde que la internaron. Su historial pasó de una mano a otra. Debajo de un cúmulo de recetas, órdenes, tratamientos y diagnósticos, encontré varias fotos. Eran todas de ella. En falda corta y botas largas, en jeans y en traje de baño. En una polaroid estaba al lado de un hombre apuesto. Sus manos debajo de su vientre abrazando el embarazo.
De una carpeta amarillenta, tomé entre los dedos unos papeles a punto de desmoronarse, con fecha del 1970. Era un documento médico certificado, con los detalles del parto. Después de muchas horas de dolor, tuvieron que hacerle una cesárea de emergencia con anestesia general para ver si salvaban a la niña, pero se hizo tarde, el cordón umbilical la asfixió.
En otra hoja un artículo de periódico con los detalles de las horas después de la cesárea. Las enfermeras se habían equivocado. Cuando Lina despertó, vio la niña en la cuna. Lina la amamantaba cuando apareció una mujer en bata de hospital, con el poste de suero y los medicamentos aun corriendo por sus venas. Demandaba ver a la niña. Lina la apretó contra su seno. La señora se le acercó y dijo recordar el cabello rubio y la ropa que le había puesto. (Continuará)……………..
Breve Biografía de Nancy Mejías
Nace en la República Dominicana. Radica en los Estados Unidos- Es Escritora, fotógrafa y psicóloga. Realizó sus estudios iniciales en Nueva York y los superiores en La República Dominicana. Autora de cuentos de ficción en inglés y español. Participa del taller de escritura de Hernán Vera en Miami desde el 2017. Varios de sus aforismos fueron incluidos en la agenda Para Trillar Caminos (Nueva York, 2017).
En el 2019 fue semifinalista del concurso de cuentos Cuentomania con D.E.P y en el 2020 con Luzmary Unisex. Sus cuentos La Mosca, Caída Libre y Náufragos fueron publicados en Inficciones (Miami, 2020). Luzmary Unisex fue publicado en la anotlogía “Vacaciones sin hotel” (Miami, 2021)