La segunda gran derrota es para la conciencia del país que puede explorar el espacio, desarrollar las tecnologías más modernas en telecomunicaciones, pero es incapaz de tener un gobierno mejor que algunas repúblicas bananeras. (Foto: Fuente externa).

En estos momentos, parece que los demócratas tienen una pequeña ventaja en los recuentos senatoriales que, de mantenerse, les permitiría continuar con el control de la Cámara Alta por otros dos años.

Washington, Diana Negre*

Han pasado ya más de 5 días desde las elecciones parciales norteamericanas, pero los 350 millones de habitantes del país más rico y desarrollado del mundo todavía no saben quién ganó ni qué partido los gobernará en los próximos dos años.

En lugares como Nevada, e incluso en la muy avanzada California, todavía no se ha podido contar la totalidad de los votos y es posible que los resultados finales tarden todavía algunos días en llegar, mientras que en Arizona no se pudo proclamar al ganador hasta última hora de este viernes, más de 3 días después de cerrar los precintos.

Lo que sí sabemos, es que las elecciones han sido una paliza moral para el Partido Republicano que se preparaba a celebrar una victoria masiva. En cambio, si tiene mucha suerte, apenas se impondrá por unos pocos votos en las dos cámaras. Si tiene menos suerte, tan solo se quedará con una mayoría de pocos escaños en la Cámara de Representantes y todavía no se puede descartar que el fiasco sea general y que tanto el Congreso como el Senado sigan en manos demócratas, por improbable que esto parezca en estos momentos.

Las razones del retraso en el recuento son varias, pero indican una desorganización imperdonable e increíble, con casos en que días después de los comicios todavía se “descubren” cajas con votos o el número total de papeletas va cambiando por momentos.

Para un país que tuvo unas elecciones decididas por el Tribunal Supremo en el año 2000 y que tuvo un expresidente (Trump) que todavía no ha aceptado su derrota en 2020, semejante imprevisión es tan inexcusable como peligrosa, pues aumenta las dudas entre la ciudadanía en cuanto a la limpieza de su proceso electoral.

En estos momentos, parece que los demócratas tienen una pequeña ventaja en los recuentos senatoriales que, de mantenerse, les permitiría continuar con el control de la Cámara Alta por otros dos años. Pero la ventaja es tan pequeña y los flujos de papeletas ocultas y descubiertas son tales, que cualquier pronóstico es imprudente.

Otro tanto ocurre con la Cámara Baja, donde parece que la hasta ahora oposición republicana tiene las de ganar y obtendría, por muy pocos escaños, una mayoría. El probable futuro líder de los republicanos ya apareció ante las cámaras para anunciar al país la victoria de su partido, pero de momento los republicanos no han alcanzado aún el número mágico de 218 escaños que garantiza su mayoría. Si lo alcanzan, no será hasta esta próxima semana.

Para comprender la magnitud de este fiasco, podemos retroceder un siglo y medio a la época del legendario presidente Lincoln, cuando los resultados de todo el país se conocían en la misma noche de la votación o la madrugada siguiente. Y no había internet, ni máquinas prodigiosas ni las comunicaciones de nuestros días.

O, para ponernos en el momento actual, se puede comparar con la votación del estado de Florida, que en menos de seis horas pudo anunciar los resultados definitivos.  Y no es porque este estado tenga poco por contar: es el tercero del país en número de habitantes detrás de California y Texas: Con 21 millones largos de habitantes, pudo hacer el recuento que todavía no tienen Arizona con poco más de 7 millones y Nevada con menos de 4.

Cierto que hablamos de dos estados en el oeste del país, donde la diferencia horaria les hace llegar más tarde… pero esta diferencia son dos horas, no de una semana.

Sea cual sea el resultado final, está claro que el gran derrotado es el expresidente Donald Trump, pues la población rechazó en general a los candidatos que él había patrocinado. Aunque no se trata de un hombre con tendencia a amilanarse, parece haber vislumbrado algo del mensaje de rechazo de la población de ambos partidos, incluido el republicano en que milita desde hace pocos años. Está por ver si todavía anunciará su candidatura en los próximos días.

Tanto si lo hace como si no, seguirá siendo un problema para los republicanos: Si es candidato, su derrota está casi garantizada. Si se retira y apoya a algunos candidatos, probablemente que su abrazo sea mortífero. Naturalmente, podría desaparecer del escenario hasta que se hayan contado los votos en 2024, pero cuesta imaginar que tendrá suficiente auto control -o modestia para reconocer sus limitaciones.

Una muestra son sus recientes críticas contra el gobernador republicano del estado de Virginia, un hombre con posibilidades presidenciales al que quiere apartar del camino. Así como hace 6 años ridiculizó al candidato Marco Rubio, senador por Florida, llamándolo “el pequeño Marco”, ahora se burla de que el gobernador de Virginia, Glen Youngkin, tiene un nombre que “suena a chino”.

La segunda gran derrota es para la conciencia del país que puede explorar el espacio, desarrollar las tecnologías más modernas en telecomunicaciones, pero es incapaz de tener un gobierno mejor que algunas repúblicas bananeras.

*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.