El gran perjudicado en toda esta trifulca es el pueblo norteamericano que no tendrá acceso a unas elecciones normales y sufrirá una pérdida de legitimidad en su proceso democrático. (Foto: Fuente externa).

Para Trump, la situación le permite argumentar que es víctima de una vendetta política. Pero, a pesar de todo el apoyo que ahora su partido le está brindando, la indignación provocada en los sectores conservadores seguramente no será suficiente para llevarlo de regreso a la Casa Blanca.

Washington, Diana Negre*

Después de años al borde de nuevas acusaciones contra Donald Trump, finalmente la fiscalía de Nueva York decidió convertir al magnate financiero en el primer presidente norteamericano con una causa penal en contra suya y es algo que ocurre en ciernes de una nueva campaña electoral en que Trump trata de convertirse por segunda vez en el candidato republicano para la casa Blanca.

En los 234 años de historia electoral, esto constituye una novedad a la escala de Trump, un hombre que ha roto precedentes y códigos, pero no significa ni el fin de su carrera política, ni siquiera el fin de su campaña para repetir mandato presidencial

Ni la opinión pública ni las leyes del país le mantendrán alejado de las urnas, aunque naturalmente podrían hacerlo los tribunales en el caso improbable de que lo detengan y no pueda hacer campaña desde la cárcel.

Por una parte, la reacción en las filas republicanas ha sido de un claro rechazo a la acción judicial contra Trump, incluso por parte de sus rivales políticos como el gobernador de Florida Ron de Santis, quien posiblemente será también candidato a la presidencia, o el exvicepresidente Pence, quien también tratará de llegar a la Casa Blanca el año próximo. Y los primeros sondeos indican que más del 80% de los republicanos le apoyan en condenar el procesamiento.

Pero al mismo tiempo hay un gran sector, especialmente en las filas demócratas, que se alegra del encausamiento y los medios informativos han comenzado ya a tomar posiciones en favor y en contra del expresidente, con el apoyo previsible por parte de los medios progresistas y el rechazo de los conservadores.

Quizá más importante es tener en cuenta el significado jurídico de las acciones legales: las leyes norteamericanas no impiden que un encausado se presente a las elecciones y ni siquiera cierra el camino a un candidato con antecedentes penales.

Para Trump, la situación le permite argumentar que es víctima de una vendetta política. Pero, a pesar de todo el apoyo que ahora su partido le está brindando, la indignación provocada en los sectores conservadores seguramente no será suficiente para llevarlo de regreso a la Casa Blanca.

En primer lugar, porque el apoyo del 80% de los republicanos no garantiza mayorías, toda vez que las elecciones generalmente las deciden los grupos no afiliados. Y Trump tiene sus seguidores inquebrantables, pero no son suficiente para decidir el curso de las elecciones.

Para los demócratas, la decisión del tribunal neoyorquino es un espaldarazo electoral: la campaña ya no tendrá que centrarse en los logros o fracasos del actual presidente Biden, en su senilidad evidente o en la inestabilidad económica, sino que posiblemente el electorado estará más ocupado por los problemas jurídicos de Trump.

Lo cual nos lleva nuevamente al panorama electoral que para muchos es impensable: una nueva candidatura que enfrentaría de nuevo a un político evidentemente senil como el presidente Biden,  a un personaje flamígero y polémico como Trump.

El gobernador de Florida Ron Santis ya ha dado a entender que su estado, donde Trump tiene su residencia oficial, no se prestara a la maniobra legal contra Trump y no consentirá su extradición a Nueva York para que le sometan a juicio. Es un hábil gesto político y una acción solidaria, pero no le servirá de mucho a Trump pues, de necesitar acogerse a semejante derecho, no podría hacer campaña más que en otros estados que asimismo se nieguen a extraditarle a Nueva York.

El gran perjudicado en toda esta trifulca es el pueblo norteamericano que no tendrá acceso a unas elecciones normales y sufrirá una pérdida de legitimidad en su proceso democrático. Porque esta acción contra Trump no es más que un principio y seguramente la repetirán en el futuro otros políticos republicanos contra candidatos demócratas. Pero ya de forma inmediata influye sobre las elecciones del año próximo l distrae la atención de los reales problemas del país

El único capaz de corregir la situación es el propio Trump, quien en vez de lucha como víctima ultrajada podría simplemente retirar su candidatura y permitir que otros republicanos tratan de beneficiarse del descontento general ante los problemas económicos y la débil candidatura de Joe Biden

Pero pedir semejante moderación y sensatez a Trump sería la versión política de las peras en el olmo.

*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.