El submarino Arcturus, por ejemplo, que Rusia tiene a punto de entrar en funciones, puede desenvolverse en la zona del Mar Báltico. Es un tipo de “submarino furtivo” que generalmente escapa a los controles de radar. (Foto: Fuente externa).

El mundo ha ido evolucionando y progresando desde entonces y las armas han seguido su curso: los combates en el aire no se limitan ya a la aviación, sino que abarcan el espacio y la cibernética, cada uno de ellos con sus técnicas y necesidades especiales.

Washington, Diana Negre*

Durante más de un siglo, las guerras se han desarrollado en tres escenarios y han tenido sus correspondientes cuerpos de ejércitos: tierra, mar y aire. Los combates aéreos fueron la gran novedad del siglo XX, a partir de la Primera Guerra Mundial y han formado parte de las conflagraciones militares desde entonces.

El mundo ha ido evolucionando y progresando desde entonces y las armas han seguido su curso: los combates en el aire no se limitan ya a la aviación, sino que abarcan el espacio y la cibernética, cada uno de ellos con sus técnicas y necesidades especiales.

Los mandos militares norteamericanos ampliaron sus ejércitos recientemente para atender estas nuevas necesidades: en 2010 crearon un Comando Cibernético y en 2019 una Fuerza Espacial.

Los recientes eventos podrían crear otro cuerpo militar para atender las profundidades marinas. Sería una respuesta a la destrucción de los gaseoductos rusos que atraviesan el Mar del Norte y que, según algunas teorías, fue una obra de Rusia para sabotear los suministros de gas hacia una región pobre en fuentes de energía. Según otras teorías, fue una acción norteamericana para impedir los suministros rusos y garantizarse así un buen mercado para su gas licuado que ya está exportando a diversos países de la Europa occidental.

Cubrir todas la zonas marinas, que ocupan más de las tres cuartas partes del planeta sería una empresa imposible, tanto técnica como económicamente, pero tampoco es necesario proteger más que las áreas para suministros vitales, como son el Mediterráneo, el Atlántico norte y zonas del extremo Oriente.

Incluso para estos escenarios más reducidos se trata de una empresa de gran envergadura, tanto económica como técnicamente y no puede haber dudas de que participarán en ella muchos países, especialmente las tres grandes potencias militares que son Rusia, Estados Unidos y China, además de países ribereños, como por ejemplo Noruega, que exporta petróleo por vía submarina y donde reina la alarma ante los recientes ataques a los gasoductos.

Es difícil saber, especialmente para los que no tenemos acceso a información militar confidencial, qué capacidad tiene Rusia para adentrarse en zonas marinas de gran importancia estratégica, pero los submarinos que están a punto de entrar en funciones indican que ha hecho un gran esfuerzo por modernizarse y constituir una amenaza militar importante para sus rivales.

El submarino Arcturus, por ejemplo, que Rusia tiene a punto de entrar en funciones, puede desenvolverse en la zona del Mar Báltico. Es un tipo de “submarino furtivo” que generalmente escapa a los controles de radar. Tiene además una gran potencia destructiva, pues además de 12 misiles nucleares, lleva “drones” submarinos que pueden destruir a posibles enemigos.

En la Alianza Atlántica se da escasa divulgación a sus proyectos armamentistas, de forma que cuesta saber qué nuevo tipo de protección existe para este tipo de armas, o qué proyectil o submarino tienen preparado los países occidentales.

Algo que sí se ha divulgado es la nueva versión de proyectiles Himars, un arma ya utilizada en estos últimos meses, aparentemente con gran éxito, por el ejército ucraniano pues ofrece una gran precisión y es fácil de trasladar y operar desde un ordenador.

Este sábado, al producirse la explosión en el único puente de la península de Crimea que comunicaba esta península con Rusia, surgió la pregunta de si había sido producto de un ataque con Himars. Lo que sí se supo de inmediato es que el puente Kerch, que el presidente Putin había inaugurado en 2018, cuatro años después de anexionar Crimea, había quedado provisionalmente inutilizado debido al colapso de dos de sus secciones. Según algunos expertos militares, se trataba de un puente reforzado con cemento que es muy difícil de destruir.

A medida que esta guerra transcurre, no hay más claridad en cuanto a la situación ni las perspectivas de éxito de Rusia o de Ucrania. Ambas partes hacen grandes esfuerzos propagandísticos y es casi imposible -no ya saber sino tan solo adivinar- lo que está realmente ocurriendo.

Pero sí parece cada día más probable que ésta es una guerra en que las dos superpotencias militares, Rusia y Estados Unidos, ensayan sus armas y afilan sus estrategias, por si alguna vez tienen que usarlas en un gran conflicto armado.

*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.