La pandemia no solo ha dado al traste con una bonanza económica de varios años y, lo que es peor, con las previsiones optimistas.
Washington, Diana Negre*
Casi dos años desde la aparición del virus del Covid, la pandemia no solo ha cobrado millones de vidas en el mundo y casi 700.000 en Estados Unidos, sino que ha dado al traste con una bonanza económica de varios años y, lo que es peor, con las previsiones optimistas.
No es lo que parecen indicar los últimos datos, pues la economía norteamericana creció en los últimos meses y en algunos sectores se acercó a mejoras próximas al 10%. Esto, a pesar de las proyecciones del Banco Central de Estados Unidos, que preveía una situación en el país que no sería ni de lejos tan buena como se había anunciado en cuanto a la estabilidad de los precios.
Pero estas cifras positivas pueden ser flor de un día: la inflación en algunos sectores se acerca al 6% y ante la escasez de materias primas y de trabajadores, cuesta imaginar que la producción se recupere para un funcionamiento armónico de toda la economía.
Porque, si bien las cifras anunciadas esta semana pasada indicaban un fuerte crecimiento en varios sectores, también había otros en dificultades, especialmente a causa de la escasez de “chips” para producir automóviles y otros productos, o el espectacular aumento de los precios de transporte.
Quizá esto explique que, a pesar del informe optimista de hace dos días, las bolsas han ido bajando pues se orientan hacia el futuro y no el pasado.
Los grandes perjudicados serán, naturalmente, los ciudadanos norteamericanos a la hora de rascarse el bolsillo, pues a pesar de las declaraciones optimistas del Banco Central, parece que la inflación es inevitable y substancial.
Pero si un grupo en particular se enfrenta a un problema es el Partido Demócrata: entre el público en general, su empeño en dedicar billones de dólares a diversos programas sociales tiene cada día menos adeptos y no solo entre los republicanos; los independientes también rechazan mayoritariamente los diversos programas de elevado gasto público promovidos por los demócratas.
Falta todavía mucho para las elecciones parciales del próximo año, pero ante las cifras económicas del momento cuesta imaginar que los demócratas consigan un apoyo mayoritario si no cambian de política, y también esto parece aún más improbable: en las filas demócratas hay una sensación general de que este es su momento para aplicar los deseos de su ala más progresista.
Y quizá habría sido así en otras circunstancias, pero la economía pesa demasiado en el sentir popular y este no es el momento para las grandes innovaciones sociales: hay que rascarse demasiado un bolsillo poco repleto.
Porque la inflación es un problema siempre que aparece y esta vez hay quienes temen una repetición, aunque en menor medida, el fenómeno Carter, que perdió las elecciones en un país afligido por unos tipos de interés desorbitados a causa de la inflación. Y el problema se prolongó después de su mandato, en los primeros años de Ronald Reagan que impuso medidas draconianas para aliviar la situación.
La situación actual es resultado de varios factores: los generosos subsidios al desempleo que desincentivaron el interés de los trabajadores por buscar un empleo, la falta internacional de materias primas o de componentes necesarios para la fabricación, el frenazo general a las actividades económicas y, en buena parte también, los cambios resultantes de esta etapa del Covid, en que la gente se acostumbró a trabajar desde su casa.
En cualquier caso, el Partido Demócrata se verá obligado a ponerse las pilas para satisfacer, por una parte, a los acostumbrados a programas de ayuda que no se avendrán fácilmente a regresar a la situación anterior. Son importantes porque constituyen un porcentaje muy grande del voto demócrata. Por otra parte, a los independientes que acostumbran a decidir los comicios y que pueden sufrir en su propia carne las consecuencias de esta recuperación a medias, para no hablar de los republicanos que se pasaron de bando porque no les gustaba la personalidad de Donald Trump.
Quizá en los 14 meses hasta las próximas elecciones echen de menos la bonanza y la estabilidad de la etapa pre-covid en que tanto patronos como trabajadores se beneficiaban de la bonanza del momento, especialmente porque no parecía transitoria. Una estabilidad que desapareció con el Covid y que probablemente será suplantada por un mundo y unas condiciones que ahora son difíciles de predecir.
*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.