El gobierno suspende de manera definitiva la entrada de todos los involucrados en el conflicto y detener la emisión de visados a ciudadanos haitianos hasta nuevo aviso, entre otras medidas.

Sobre los asomos continuistas entre algunos seguidores y funcionarios del gobierno del presidente Luis Abinader, un editorial del diario El Caribe, publicado el sábado 20 de agosto, advierte que “Está comprobado históricamente que cuando en los que gobiernan se aposentan como prioritarios los afanes de permanecer a toda costa, hay un mal de fondo, y es el de potenciar algo consustancial a nuestro escaso desarrollo institucional: el presidencialismo.”

Mientras más avance el período de cuatro años para el cual Luis Abinader fue elegido, con más fuerza y frecuencia se escuchará, tanto en las actividades públicas oficiales como en las políticas que organicen sus acólitos, el clamor de que siga más allá del 2024.

No tiene impedimento de ningún tipo para ello, ni en la Constitución ni en los estatutos de su partido, por lo que será al pueblo, en las urnas, al que le tocará decidirlo.

Visto así es sencillo y con cierta lógica, pero como todavía restan 24 meses de la actual gestión puede haber distracción en las metas por cumplir y eso podría empedrar el camino.

¿Qué tiene de malo? Que si resultan 24 meses que no satisfagan lo que se esperaba, se podría revalidar la costumbre del dominicano de valorar las cosas como terminan y no necesariamente por un comienzo ya distante, o como dice el evangelio, que los últimos serán los primeros.

Está comprobado históricamente que cuando en los que gobiernan se aposentan como prioritarios los afanes de permanecer a toda costa, hay un mal de fondo, y es el de potenciar algo consustancial a nuestro escaso desarrollo institucional: el presidencialismo.

El continuismo alimenta el endiosamiento de la figura presidencial, acrecienta la importancia de la autosuficiencia y la infalibilidad que se atribuye a ese “carguito”, al tiempo que entroniza entre los suyos algo parecido a lo que dice el estribillo de un merengue de Ramón Orlando: “No hay nadie más para sustituirte”.

Los dos años de Abinader podrían ser un tiempo suficiente para caracterizar su estilo de presidente abierto, transparente y cercano; de un incansable trabajador.

Que nos haya acostumbrado a verlo con un comportamiento práctico que lo asocia con la frugalidad y humildad, es un factor para tomar en cuenta porque hasta ahora ha sido tal cual se ofertó, aunque al estar en ejercicio sería aventurado cualquier juicio concluyente.

Ojalá que los vientos que empiezan a soplar a su alrededor donde quiera que se mueve y los gritos que piden continuidad, no contaminen su agenda porque aún “falta mucho por hacer”.