Estos daños catastróficos son un recordatorio de la importancia de aprender a prepararnos para prevenir o enfrentar los riesgos de desastres naturales y proteger vidas y propiedades. (Imagen: Fuente externa).

El episodio más impactante fue el colapso de una parte estructural del paso a desnivel de la avenida 27 de Febrero con Máximo Gómez que, al desprenderse, sepultó a cuatro vehículos matando a nueve personas.

Por Miguel Franjul*

El amplio espectro de muertes y daños causados a la propiedad y la agricultura por el fenómeno meteorológico del fin de semana ha sumido al país en una profunda aflicción.

Las lluvias torrenciales han dejado, por el momento, decenas de muertes, más de 1,500 viviendas anegadas o destruidas, vehículos deteriorados y miles de damnificados.

El episodio más impactante fue el colapso de una parte estructural del paso a desnivel de la avenida 27 de Febrero con Máximo Gómez que, al desprenderse, sepultó a cuatro vehículos matando a nueve personas.

Además, las fallas de drenaje de las calles y avenidas de muchos sectores del Gran Santo Domingo contribuyeron a agravar las inundaciones.

Esta realidad obliga al gobierno y a los ayuntamientos a prestarle más atención y darle carácter prioritario a las obras de un drenaje pluvial general que permita canalizar las aguas superficiales en las zonas urbanas.

Este fenómeno, al igual que uno semejante que inundó la capital el 4 noviembre de 2022 y que los ciclones que nos han afectado en estos tres años, pone al descubierto la frágil y vulnerable situación del país ante los efectos relacionados con el cambio climático.

Al habitar en una isla con una topografía accidentada, con montañas y ríos rodeados de población, somos más susceptibles a los efectos de las lluvias intensas, que pueden provocar inundaciones, derrumbes y otros desastres.

En cuanto al mantenimiento de las estructuras viales, es perentorio que se disponga de una inspección especial, aparte de las episódicas, para detectar posibles fallas o deterioros.

Además, es importante la instalación de sistemas de drenaje y la reforestación de las zonas cercanas a carreteras, y actualizar los estudios de riesgos de las áreas, ya identificadas o por identificar, vulnerables a las lluvias e inundaciones.

Está faltando, en este sentido, como propusimos hace algún tiempo, un sistema de señalización y de rutas de evacuación así como la construcción de muros y otras obras de mitigación, en esos lugares.

La responsabilidad inmediata del gobierno, ahora, es la de proporcionar a los damnificados asistencia humanitaria, como alimentos, agua, refugio y atención médica, así como ayudas para reconstruir las viviendas afectadas.

Estos daños catastróficos son un recordatorio de la importancia de aprender a prepararnos para prevenir o enfrentar los riesgos de desastres naturales y proteger vidas y propiedades.

*Miguel Franjul es director del periódico Listín Diario, decano de la prensa nacional.