El periodismo provee información que sirva a la sociedad para tomar decisiones. Es una profesión que promueve el bien común.
La libertad de expresión es inherente a todo ser humano, más no el ejercicio de la libertad de expresión significa periodismo. Confundir activismo político con periodismo es como decir que un brujo es un médico o un albañil un arquitecto.
El periodismo se rige por códigos de ética que enmarcan la profesión por el sendero en el que debe operar. Está, por ejemplo, el que plantea el recordado Javier Darío Restrepo, quien elaboró uno para la Red de Periodismo Ético de la Fundación Gabo:
“1. Verdad y Precisión: Los periodistas no siempre pueden garantizar la «verdad», pero obtener los hechos con exactitud es un principio cardinal del periodismo. Siempre debemos luchar por la precisión, dar a todos los hechos pertinentes que tenemos y garantizar que han sido verificados. Cuando no podamos corroborar la información, debemos decirlo.
2. Independencia: Los periodistas deben ser las voces independientes, no debemos actuar, formal o informalmente, en nombre de intereses específicos, ya sean políticos, empresariales o culturales. Debemos dejar claro ante nuestra audiencia cualquier afiliación política, financiera u otra información personal que pueda constituir un conflicto de intereses.
3. La equidad y la imparcialidad: La mayoría de las historias tienen al menos dos lados. Si bien no hay obligación de presentar todos los puntos de vista en cada pieza periodística, las historias deben ser equilibradas y presentadas en contexto. La objetividad no siempre es posible, y puede no ser siempre deseable (al narrar, por ejemplo, actos de extrema brutalidad o crueldad), pero informar imparcialmente genera credibilidad y confianza.
4. Humanidad: Los periodistas no deben dañar a nadie. Lo que publiquemos puede ser hiriente, y por ello, debemos ser conscientes del impacto de nuestras palabras e imágenes en las vidas de los demás.
5. Responsabilidad: Una señal segura de profesionalismo y periodismo responsable es la capacidad de asumir nuestra responsabilidad. Cuando cometemos errores, debemos corregirlos y nuestras disculpas deben ser sinceras, no cínicas.”
¡Así de simple!