La agresiva política exterior de los ayatolás pasaba de problema regional a amenaza mundial si Irán llegaba a tener misiles de largo alcance y bombas nucleares.
Washington, Diana Negre
Uno de los fracasos de la política exterior del expresidente norteamericano Donald Trump, fue la rotura unilateral del tratado “5 +1” que regulaba la producción iraní de uranio enriquecido.
Es cierto que el empeño de los ayatolás de dotar al Irán de una industria y, sobre todo, de un arsenal nuclear inquietó a las grandes potencias desde el mismo instante en que Teherán inició su programa nuclear. La agresiva política exterior de los ayatolás pasaba de problema regional a amenaza mundial si Irán llegaba a tener misiles de largo alcance y bombas nucleares.
Pero también es cierto que los ayatolás se habían lanzado por un camino que se les volvía cada vez más espinoso por su carestía y por la escasez de técnicos nacionales debidamente cualificados. Y como esto coincidía con una era de vacas flacas, Teherán se avino en el 2015 al pacto 5 + 1 (Alemania además de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad,) en virtud del cual Teherán podía seguir enriqueciendo uranio natural con el isótopo U-235, pero en vez de hacerlo al ritmo del 20% anual, desde entonces sólo lo haría un 3,67% durante los 15 años siguientes. Para hacer una bomba nuclear se necesita uranio enriquecido el 90%.
Además, Teherán se comprometía a usar para ello 5.600 centrifugadoras de gas de primera generación (IR-1), muy frágiles y de un rendimiento inferior al 1%. A cambio de todo esto, Washington se comprometía a cesar en su hostigamiento económico y, junto con los otros signatarios, a ayudar al desarrollo del Irán.
El acuerdo resultó satisfactorio para todo el mundo, hasta que en el 2018 Trump consideró que era un mal negocio. Y convencido de que los problemas financieros iraníes le brindaban una oportunidad, denunció el acuerdo en el 2019, esperando obtener uno nuevo que atara más corto a Teherán tanto en la producción nuclear como en sus pretensiones hegemónicas sobre el mundo islámico.
Pero en eso Trump se equivocó del todo. Pensó en empresario y no en zelote nacionalista y se encontró con – para él – la sorpresa mayúscula de que Teherán, en vez de doblegarse aceptó el desafío. Y pese al endurecimiento de las sanciones estadounidenses, redobló su programa nuclear.
Por un lado ha incrementado el ritmo de su producción de bombas nucleares (se calcula que ahora fabrica una al mes) y ha pasado de usar las anticuada centrifugadoras IR-1 por las modernas IR-6 que tienen una rentabilidad del 6,8%. Además, en el terreno político, Teherán ha redoblado su agresividad y está acosando al islamismo sunita – mayormente próximo a los EEUU – no solo en Palestina, sino también en la Península Arábiga y en los aledaños del Cáucaso.
Claro que si políticamente Washington ha ido en este caso de Málaga a Malagón, la situación dista mucho de estar encallada. Y es que no solo que Estados Unidos podría cambiar de política, sino que los 5+1 coinciden cada vez más….nada menos que con Trump, en que también ellos ven a Irán como una amenaza.
Y esto ocurre justo en momentos de graves apuros económicos para los ayatolás, que además coinciden con una protesta popular mayor que nunca. De esta forma, a poco que las grandes potencias tengan en cuenta el orgullo persa, es muy posible un acuerdo nuevo y mejor.