En el Ángelus de este domingo 31 de julio, un día después de regresar de su viaje apostólico a Canadá, el Papa Francisco subrayó que el hambre de posesiones es adictiva.
Ciudad del Vaticano — Desde el Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre reflexionó acerca del Evangelio de este domingo y explicó que “la ambición desenfrenada por las posesiones, siempre queriendo enriquecerse, es una enfermedad que destruye a las personas”.
“Porque el hambre de posesiones es adictiva. Especialmente los que tienen mucho nunca están satisfechos: siempre quieren más, y sólo para ellos mismos”, explicó a continuación.
Ante los fieles presentes en la Plaza de San Pedro en esta mañana calurosa de julio, el Papa Francisco lamentó las ocasiones en las que los hermanos se pelean por las herencias y aseguró que “la codicia es también una enfermedad peligrosa para la sociedad”.
“Pensemos también en las guerras y los conflictos: el ansia de recursos y riqueza está casi siempre implicada. ¡Cuántos intereses hay detrás de una guerra! Sin duda, uno de ellos es el comercio de armas”, apuntó el Papa Francisco.
Posteriormente, el Papa animó a preguntarnos nuestro comportamiento frente a las riquezas y posesiones y advirtió acerca del peligro de convertir el dinero en un culto y en “una verdadera idolatría”.
“Por eso Jesús nos advierte con palabras fuertes. Dice que no se puede servir a dos señores, y -tengamos cuidado- no dice Dios y el diablo, o el bien y el mal, sino Dios y las riquezas (cf. Lc 16,13). Servirse de las riquezas sí; servir a la riqueza no: es idolatría, es ofender a Dios”, aseguró.
Más tarde, el Papa defendió que “es justo desear ser rico”, siempre que uno se haga rico según Dios: “Dios es el más rico de todos: es rico en compasión, en misericordia. Su riqueza no empobrece a nadie, no crea peleas ni divisiones”.
“Es una riqueza que ama dar, distribuir, compartir. Hermanos, hermanas, acumular bienes materiales no es suficiente para vivir bien, porque -repite Jesús- la vida no depende de lo que se posee (cf. Lc 12,15)”.
En cambio, explicó el Santo Padre, “depende de las buenas relaciones: con Dios, con los demás y también con los que tienen menos”.
Por último, el Papa retomó el tema de la herencia e invitó a hacernos algunas preguntas al respecto: ¿Qué herencia quiero dejar? ¿Dinero en el banco, cosas materiales, o gente feliz a mi alrededor, buenas obras que no se olvidan, personas a las que he ayudado a crecer y madurar?
“Que la Virgen nos ayude a comprender cuáles son los verdaderos bienes de la vida, los que permanecen para siempre”, concluyó.