El Papa Francisco extendió su agradecimiento “a todos aquellos que se esfuerzan día a día por mantener a su familia en marcha de la mejor manera posible y a aquellos que están comprometidos con su servicio al bien común.” (Imagen referencial / Papa Francisco en oración. Crédito: Vatican Media).

En el Te Deum de ocasión, el Sumo Pontífice destacó el agradecimiento por el año que llegó a su fin.

Ciudad de El Vaticano—(ACI-Prensa)–Con ocasión de las primeras vísperas de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y el «Te Deum» de acción de gracias por el año pasado, el Papa Francisco explicó por qué dar gracias al Señor incluso en un año de pandemia de coronavirus COVID-19.

El mensaje del Papa fue leído por el Cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, pues el Santo Padre no pudo presidir esta ceremonia a causa de una dolorosa ciática.

En la homilía que tenía pensada para esta celebración, el Papa Francisco destacó que “esta noche damos espacio al agradecimiento por el año que llega a su fin”.

“«Te Deum laudamus», «Te alabamos, Dios, te proclamamos Señor…». Puede parecer forzado agradecer a Dios al final de un año como este, marcado por la pandemia. Mi pensamiento va a las familias que han perdido a uno o más miembros; pensemos en los que han estado enfermos, los que han sufrido la soledad, los que han perdido el trabajo”, dijo.

“A veces alguien pregunta: ¿qué sentido tiene un drama como este? No debemos apresurarnos a responder a esta pregunta. Ni siquiera Dios responde a nuestros ‘porqués’ más angustiosos recurriendo a ‘razones superiores’. La respuesta de Dios sigue el camino de la Encarnación, como pronto cantará la Antífona del Magnificat: ‘Por el gran amor con que nos amó, Dios envió a su Hijo en carne de pecado’”, añadió.

El Santo Padre subrayó que “un Dios que sacrificó seres humanos por un gran plan, aunque fuera el mejor posible, ciertamente no es el Dios que nos reveló a Jesucristo”, pues “Dios es Padre, ‘Padre eterno’, y si su Hijo se hizo hombre, es por la inmensa compasión del corazón del Padre”.

“Dios es Padre y pastor, y ¿qué pastor daría incluso una oveja, pensando que mientras tanto le quedan muchas? No, este dios cínico y despiadado no existe. Este no es el Dios a quien ‘alabamos’ y ‘proclamamos Señor’”, explicó.

En la parábola del Buen Samaritano, continuó, “quizás podamos encontrar un ‘sentido’ de este drama que es la pandemia, como de otros flagelos que afectan a la humanidad: el de suscitar en nosotros compasión y provocar actitudes y gestos de cercanía, cuidado, solidaridad, de cariño”.

“Esto es lo que ha sucedido y está sucediendo en Roma en los últimos meses; y sobre todo por esto, esta noche damos gracias a Dios, damos gracias a Dios por las cosas buenas que sucedieron en nuestra ciudad durante el encierro y, en general, en la época de la pandemia, que lamentablemente aún no ha terminado”, dijo.

El Santo Padre destacó que “son muchas las personas que, sin hacer ruido alguno, han intentado hacer más llevadero el peso de la prueba. Con su compromiso diario, animados por el amor al prójimo, se dieron cuenta de esas palabras del himno Te Deum: ‘Todos los días te bendecimos, alabamos tu nombre por siempre’. Porque la bendición y alabanza que más agrada a Dios es el amor fraternal”.

El Papa recordó que “los trabajadores de la salud – médicos, enfermeras, enfermeras, voluntarios – están en la primera línea, y por eso están particularmente en nuestras oraciones y merecen nuestra gratitud; así como muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, que hicieron todo lo posible con generosidad y dedicación”.

“Pero esta noche nuestro agradecimiento se extiende a todos aquellos que se esfuerzan día a día por mantener a su familia en marcha de la mejor manera posible y a aquellos que están comprometidos con su servicio al bien común”, indicó.

El Papa Francisco señaló que “todo esto no puede suceder sin la gracia, sin la misericordia de Dios”.
“Nosotros -lo sabemos bien por experiencia- en los momentos difíciles somos llevados a defendernos -es natural- somos llevados a protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos, a proteger nuestros intereses”, dijo.

“¿Cómo es posible entonces que tanta gente, sin otra recompensa que la de hacer el bien, encuentre la fuerza para preocuparse por los demás? ¿Qué los impulsa a entregar algo de sí mismos, de su propia comodidad, de su tiempo, de sus posesiones, para dárselo a los demás?”, cuestionó.

El Santo Padre respondió que “aunque ellos mismos no lo piensen, la fuerza de Dios los empuja, que es más poderosa que nuestros egoísmos”.

“Por eso esta noche le damos gracias, porque creemos y sabemos que todo el bien que se hace día a día en la tierra viene, al final, de Él, viene de Dios. Y mirando al futuro que nos espera, de nuevo imploramos: ‘Que tu misericordia esté siempre con nosotros, en ti hemos esperado’. En ti está nuestra confianza y nuestra esperanza”.