Ninguno de los que hacíamos fila al parecer quiso iniciar una discusión por la actitud irrespetuosa de la mujer que rompió el orden.

Quien quiera aquilatar la sociedad precipitada en que vivimos, solo debe observar la falta de calma que predomina en las vías y lugares públicos

Por Juan Salazar*

El pasado domingo, Día del Padre, fui al cine. Es uno de mis entretenimientos preferidos y, debido a la pandemia del Covid-19, tenía tiempo sin asistir a ver una película en pantalla gigante.

En la fila para comprar las taquillas – ese día más extensa de lo habitual por la exhibición en cines de la película Barbie- ya cerca del cubículo para boletería y con cuatro personas delante de mí, una joven mujer con su hija, ambas vestidas de rosado, nos pasaron por el lado y se colocaron delante ante la mirada sorpresiva de todos.

Ninguno de los que hacíamos fila al parecer quiso iniciar una discusión por la actitud irrespetuosa de la mujer que rompió el orden, quizás pensando en que la niña que la acompañaba no se lo merecía. Yo pensé también en la niña, pero en otro sentido.

A propósito de cine, quienes son asiduos lectores de mis artículos dominicales saben que en la trilogía del director Christopher Nolan sobre el superhéroe Batman, una de mis escenas preferidas está en la primera entrega “Batman Begins” (Batman inicia).

En el filme, Rachel Dawes se encuentra con su amigo de infancia Bruce Wayne a la salida de un hotel, a quien reprocha por sus excentricidades de millonario sin compromiso con las causas sociales. Y pese a sus excusas, alegando que en el interior es una persona diferente, ella le recrimina con una frase aleccionadora.

En una escena posterior, cuando Wayne ya como Batman encara un reto en que podría morir, ella le pide que se identifique y para su sorpresa él le responde con la misma expresión que ella utilizó: “No es quien seas en el interior, tus actos son los que te definen”.

Fue en esa dirección que pensé en la niña cuya madre violentó la fila en el cine. Lo más probable es que como adulta y siguiendo el ejemplo de su progenitora, a ella le importe un bledo someterse al orden para respetar el derecho de los demás.

En la niña, su madre también ha sembrado esa cultura de la impaciencia que predomina en esta sociedad de la inmediatez y marcada por un mundo esencialmente tecnológico, donde todo debe ser “ya”.

Quien quiera aquilatar la sociedad precipitada en que vivimos, solo debe observar la falta de calma que predomina en las vías y lugares públicos.

*Periodista y académico. Editor del Listín Diario.