En lo que concierne a Estados Unidos es evidente que en estos momentos su máxima prioridad se centra en impedir el ascenso y la expansión china, un objetivo en que Europa carece de la importancia geopolítica que tenía durante la guerra fría.
Por Luis Humeau Hidalgo*
La guerra fría duró mucho tiempo, cuarenta y tres años, desde el desplome de las negociaciones de los aliados occidentales con la Unión Soviética en 1947 hasta la unificación de Alemania en 1990. Y cuando terminó, con el hundimiento de uno de los adversarios, hubo algunos que supusieron que habíamos accedido a una nueva era de la historia de la humanidad.
Desde entonces podemos ver que ese no era el caso. Tres décadas desde este hecho, Estados Unidos y China parecen enfrentarse en una nueva guerra fría. Las dos superpotencias del siglo XXI avanzan en una progresión de amenazas, sanciones y acusaciones de espionaje de consecuencias imprevisibles para el futuro del planeta. Desde la confrontación en los ámbitos comerciales y tecnológicos hasta la competición armamentística y la lucha por la influencia en los distintos continentes, protagonizan un pulso por la hegemonía mundial de final incierto.
Hay, sin embargo, una diferencia drástica con respecto a la guerra fría que se desarrolló durante la mitad del siglo XX ya que la antigua URSS nunca fue la potencia económica que es China, y los países enfrentados no se encontraban tan interconectados financiera y comercialmente como lo están ahora las dos mayores economías del mundo.
En el año 2014 el presidente chino, Xi Jinping, lanzó el proyecto “Belt and Road Initiative” (BRI). También conocido como la Nueva Ruta de la Seda. Esta iniciativa consiste en el establecimiento de dos rutas combinadas, una de infraestructuras terrestres y otra marítima que mejoraría las conexiones chinas tanto en el continente asiático como hacia el exterior, dando a china más influencia económica y política a nivel mundial.
En definitiva, esta iniciativa es, sin duda, la más ambiciosa lanzada por China en su estrategia de apertura y, además, es el marco de referencia de sus relaciones con más de la mitad de los países del mundo. Sin embargo, esta iniciativa nos aleja del multilateralismo y nos acerca más a un esquema de zonas de influencia cuyas implicaciones comienzan a mostrarse.
En lo que concierne a Estados Unidos es evidente que en estos momentos su máxima prioridad se centra en impedir el ascenso y la expansión china, un objetivo en que Europa carece de la importancia geopolítica que tenía durante la guerra fría. Es por ello que los movimientos norteamericanos se dirigen hacia Asia y los océanos Indico y Pacifico. Ese es el tablero donde se dirimirá la supremacía mundial.
Después de la abrupta salida de Estados Unidos de Afganistán y la pérdida de liderazgo en Medio Oriente su interés regional en el pacífico asiático será cada vez mayor y fortalecer su posicionamiento será imprescindible para mantener su liderazgo mundial, en un momento en el que su política exterior está en retroceso. La región Asia-Pacífico se encuentra en el centro del reordenamiento geopolítico que anticipa el mundo que viene. Los focos de tensión Afganistán, Pakistán, Corea del Norte o los relacionados con las reivindicaciones territoriales chinas afectan a toda la comunidad internacional. Al mismo tiempo, son factores de estabilidad el crecimiento económico de China y la India que se han convertido en actores relevantes en África y en América Latina.
Es en este contexto de tensión geopolítica y de conflicto de intereses económicos y hasta cibernéticos que surge una alianza de trascendencia histórica forjada por Australia, Reino Unido y Estados Unidos, conocida por el acrónimo Aukus. Su objetivo es transferir a Australia submarinos con tecnología nuclear y facilitará también el intercambio de información sobre ciberseguridad, misiles e inteligencia artificial a la Unión Europea. La alianza incluye la adquisición por Australia a Estados Unidos de ocho submarinos nucleares y la cancelación sin previo aviso de la compra de doce submarinos convencionales a Francia por valor de 65,000 millones de dólares. Un agravio a Francia y colateralmente a la Unión europea.
Si bien la alianza Aukus no afecta de forma explícita a China, el gigante asiático ha recibido la noticia como una amenaza que socava gravemente la paz y la estabilidad en la región e intensifica la carrera armamentística. Una actitud que reconoce la escala de tensión militar que desde hace años se produce en la zona. Tanto Estados Unidos como Reino Unido han iniciado los contactos diplomáticos de alto nivel para limar las asperezas con Francia y la Unión Europea y han manifestado su compromiso con la estabilidad regional.
Ante este ambiente de incertidumbre y desconfianza resuenan esperanzadoras las palabras del presidente estadounidense, Joe Biden, durante la última sesión de la Asamblea General de la ONU, donde expresó que no se está buscando una nueva guerra fría ni un mundo divido en bloques rígidos, y que el mundo está empezando una década decisiva, que el futuro del planeta dependerá de la capacidad de reconocer su humanidad común y actuar unidos, con la guerra como último recurso.
*El autor es un exjefe de la Marina de Guerra (Armada Dominicana). Reside en Santo Domingo.