"Los flujos de remesas a América Latina crecieron aproximadamente un 6.5% a US$ 103,000 millones en 2020. Si bien COVID-19 provocó una disminución repentina en el volumen de remesas en el segundo trimestre de 2020, estas se recuperaron durante el tercer y cuarto trimestres", Rodolfo R. Pou.

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Por Rodolfo R. Pou

Miami, Florida.- El adeudo de las diásporas con sus naciones de origen no es novedoso. Mucho antes de que la comunidad internacional lo percibiera, los emigrantes y sus descendientes habían asistido durante décadas, al progreso de sus naciones de origen, tanto en lo público como en lo privado.

Aproximadamente 70 países dependen de las remesas para más del 4% de su PIB (ifad).

A pesar de la reserva intelectual que guardan las diásporas latinoamericanas en Estados Unidos y Europa para sus naciones de origen, y la posibilidad de estas ser una impactante fuente de transferencia de conocimiento especializado a favor de sus desarrollos, por encima de ello, el más importante recurso que estas poseen sigue radicado en su poder económico. Y el instrumento de mayor influencia sigue siendo la remesa.

Estas transferencias internacionales de divisas personales o empresariales aún carecen de una real transparencia, eficiencia y una utilización más acorde con las necesidades del receptor final y su econo-esfera. Las transmisiones terminan en sectores informales y sirven de poco más que para complementar los ingresos de los familiares de los emisores, y ser utilizados para consumo diario de productos y servicios de primera necesidad. Sin embargo, su volumen le excusa de toda falta de capacidad para realizar la función de una manera más adecuada y con mayor claridad. Por ello las remesas aún se proyectan como la herramienta financiera con mejor potencial para el progreso de estas naciones latinoamericanas aun en desarrollo, pero solo si en lo adelante, los gobiernos son capaces de visualizarlas y ejecutarla de una manera más acorde con su potencia que con su valor numérico.

El caso dominicano

Tomemos el ejemplo las emisiones que llegan a la República Dominicana desde Estados Unidos y Europa, y lo que estas representan para la micro y macroeconomía nacional. Un significativo aporte que ha tenido un crecimiento continuo de 8% anualmente desde el inicio de siglo. Estas actualmente favorecen a más del 10% de los domicilios dominicanos. Incluso, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que un 70% de los dominicanos en el extranjero envían remesas y un 59% de estas están siendo enviadas desde los Estados Unidos.

En el 2020, República Dominicana recibió US$8,219 millones de dólares en remesas con un promedio recibido de US$1,500 a US$2,000 anual por domicilio.  Estas se encaminan a ser el 10% del PIB.

El 83.8% de los flujos de los últimos 8 meses del 2020 provino de Estados Unidos. El Banco Central de la República Dominicana informó que, para ese año, las remesas alcanzaron su mayor crecimiento en la última década. 16.0 % por encima del 2019.

Incluso, los ciudadanos en el exterior están en capacidad de impactar económicamente la nación dominicana, más allá de la remesa. La diáspora posee mayores capitales y recursos que los que envía o comparte con su nación de origen.

Los dominicanos residentes en los Estados Unidos además de estar concentrados en dos significativos focos territoriales de la economía, como el nordeste y el sur del país americano, su población ya ha alcanzado la importante cifra de dos millones. Ese detalle numérico guarda un fondo erudito que aún no ha sido explotado ni mucho menos coordinado con su nación de origen, que cuando se conjuguen con la realidad económica de una comunidad que supera ingresos anuales formales de más de US$54,000 millones de dólares y una capacidad de ahorro por encima de US$3,000 millones de dólares, la celebrada remesa que emite anualmente se verá empequeñecida ante tanto potencial de desarrollo.

Esta realidad no es exclusiva a República Dominicana. 

Los demás

Los flujos de remesas a América Latina crecieron aproximadamente un 6.5% a US$ 103,000 millones en 2020. Si bien COVID-19 provocó una disminución repentina en el volumen de remesas en el segundo trimestre de 2020, estas se recuperaron durante el tercer y cuarto trimestres. La mejora de la situación del empleo en Estados Unidos apoyó el aumento de los flujos de remesas a países como México, Guatemala, República Dominicana, Colombia, El Salvador, Honduras y Jamaica, para quienes la mayor parte de las remesas provienen de migrantes que trabajan en ese país.

En la actualidad, los dominicanos son parte del importante segmento de latinos de los Estados Unidos, los cuales, si se midieran en términos de ser un país, por sí solo, serían el séptimo país de mayor PIB del mundo.

El segmento de la generación “milennials” de más rápido crecimiento económico en los Estados Unidos, son los Latinos. Y en referencia a la propiedad comercial, la gran actividad productiva y profesional de los Latinos, está cambiando todo el panorama de la economía de este país. En el año antes de la pandemia, hubo 4.4 millones de latinos que abrieron negocios en los Estados Unidos. Eso representó una tasa de crecimiento del 86% de todas las empresas que se crearon.

Para 2050 habrá 133 millones de latinos en los Estados Unidos y los dominicanos estarán entre las cinco más populosas comunidades de lo que será esa nueva mayoría poblacional.

Sobre todo, estas cifras indican que, para las naciones latinoamericanas que mantengan un estrecho vínculo con sus diásporas, por las próximas décadas podrán disponer de gran apoyo económico, político y técnico en favor de su desarrollo.