Estambul de hoy en día parece ratificar de la tesis del filósofo alemán de que política es cualquier actividad hecha con un máximo de pasión. El perro viajero e influencer es un ejemplo. (Foto: Fuente externa).

Y en la Turquía de Erdogan, donde casi nada se hace sin pasión, esta ha llegado hasta a los perros; mejor dicho, al perro más popular de Estambul – la mayor ciudad (16 millones de habitantes) del país-, “Buji”.

Madrid, Valentí Popescu
Estambul de hoy en día parece ratificar de la tesis del filósofo alemán de que política es cualquier actividad hecha con un máximo de pasión. Y en la Turquía de Erdogan, donde casi nada se hace sin pasión, esta ha llegado hasta a los perros; mejor dicho, al perro más popular de Estambul – la mayor ciudad (16 millones de habitantes) del país -, “Buji”.

El can, un perro callejero grandote y feúcho, ha conquistado la fama y el corazón de sus conciudadanos – muy amantes de animales vagabundos y descarriados – en poco más de un año por su afición de recorrer la ciudad a bordo de los medios públicos de transporte: metro, tranvías y, de tanto en tanto, hasta en los transbordadores. El Ayuntamiento ha calculado que se trata de correrías de 30 a 40 Km. diarios.

“Buji” se transformó rápidamente en una psicosis urbana amorosa y, ocupa grande espacios en la mayoría de las redes sociales que dan cuenta diariamente de sus correrías, gustos y lo fotografián en mil y una situaciones. Aún más : en las redes sociales se desarrollan grandes debates en torno al can y sus gustos viajeros.

El Ayuntamiento, regido por el mayor rival político del Presidente Erdogan – Ekrem Imamoglu, del partido opositor CHP -, se percató del capital propagandístico que representaba “Buji” y lo adoptó y promocionó. El can no solo puede viajar de balde cuanto quiera y adonde quiera, sino que el municipio le ha puesto un collar con GPS para que no se pierda (o sea robado), le paga una visita quincenal al veterinario y se le dedica mucha atención en sus informaciones y partes digitales.

Pero con el éxito – la popularidad, en este caso – llegó también la difamación. La vinculación de Imamoglu y el CHP con el perro mascota lo entendieron en los medios gubernamentales como una maniobra de propaganda política y un buen día apareció en “Twitter” una foto de un asiento de un tranvía de Estambul rebosante de excrementos perrunos. El texto que acompañaba la imagen afirmaba tajantemente que se trataba de un “… recuerdo dejado allí por “Buji”, el perro malcriado por la Administración municipal de Imamoglu…”

El alcalde y su equipo salieron en defensa del perro predilecto de la urbe y, de paso, devolvieron la difamación. En la misma red aparecieron unas imágenes de las cámaras de seguridad del mentado tranvía en las que se ve a un hombre embadurnando con heces perruna el asiento en cuestión y una texto explicativo en el que dice que posiblemente fuera un “simpatizante muy próximo al AK” (el partido de Erdogan) el autor de la gran m…

Como se puede ver, en Turquía la pasión política va camino de ser una perrería.