Por Jesús Rojas
El compadre Genaro está que echa chispa por varias razones. Primero, la fuñía pandemia que parece no tener fin. Segundo, los huracanes y las tormentas que no cesan les tienen los nervios de punta. Y tercero, el tira y jala entre Donald Trump y Joe “el tío” Biden, tras las elecciones presidenciales en los Estados Unidos que a dos semanas de realizarse, aún no se definen.
Entre tazas de cafés, el confinamiento y el toque de queda, asegura que de los tres temas incómodos, el que más ronchas le crea es la crisis sistémica que registra cada cierto tiempo el sistema electoral estadounidense, en medio del conteo, el reconteo y el recontra conteo del sufragio, así como los cantos de victoria unilaterales tanto del demócrata Biden como del republicano presidente Trump.
A Genaro lo que más le preocupa es que la democracia más estable, más sólida por más de 200 años y referente para el mundo, tiende a recorrer cada cierto tiempo una prueba de fuego para el ciudadano elector, como si no fuera suficiente las leyes federales vigentes para el proceso, al igual que las que adoptan cada estado.
El compadre recuerda que hace dos décadas, año 2000, en el estado pendular de la Florida, el entonces aspirante presidencial demócrata, Al Gore, cuestionó los resultados frente a su rival y virtual presidente republicano reelecto, George W. Bush. Fueron 36 días de agonías legales. De recuento, verificación, conteos, recontra conteos, entre expertos empeñados en adivinar la intención del votante por los míseros huecos de una boleta electoral media virgen.
Para Don Genaro, quien por suerte no ha perdido la cordura aún –y por algo ha sido fiel admirador del finado cantautor Alberto Cortés-, lo único cierto es que en los Estados Unidos las reglas del juego electoral y democrático están muy bien definidas. Sean quien sea que se cante presidente electo antes de tiempo, necesita al menos 270 votos electorales “certificados”, constantes y sonantes, o que su rival lo conceda.
El compadre, dentro de su limitado raciocinio, aún entiende que no ha ocurrido ni lo uno ni lo otro en el escenario actual para definir el pulso por la presidencia de los Estados Unidos, pese a que la gran prensa por uso de costumbre y abierta simpatías, validando su derecho a la libre expresión, se haya decantado proyectando a Biden como ganador.
A mi amigo Don Genaro, quien a veces suele ser poseído por un espíritu legalista no destilado de lo más elaborado de Harvard, Joe “el tío” Biden no es el presidente electo pero tiene derecho a describirse como tal, aunque entiende que técnicamente, legalmente y de hecho no ha sido nombrado como tal.
Entiende con toda lucidez que Biden no es el presidente electo pero tiene derecho a describirse como tal aunque tenga los votos electorales necesarios. Dice que aunque haya obtenido 305 votos, al presidente Donald Trump las leyes le garantizan todo el derecho del mundo a disputarlo. A eso le llaman en tierras libres, libertad de expresión. Y es que tiene varias opciones, como un seguro de vida.
Para la lógica simple y decimonónica de Don Genaro, el equipo legal de Trump está buscando que la elección sea forzada hacia la Cámara de Representantes, y no dejar que Biden alcance los 270 votos certificados del colegio electoral necesarios para asegurar la presidencia. Los republicanos tienen una mayoría de 26-23-1 en la delegación estatal de la Cámara de Representantes.
El compadre Genaro entiende que una posible forma en que la campaña de Trump puede lograr legalmente que los electores no voten, en caso que las impugnaciones en el tribunal no se hayan resuelto, es que algunos secretarios de Estado, muchos de los cuales son republicanos, pueden negarse a certificar el voto para antes del 14 de diciembre.
Y es que los republicanos cuentan con una disposición constitucional que traslada la elección a la Cámara de Representantes si para la fecha no hay un ganador definitivo en el Colegio Electoral. ¿Es eso ilegal? No. Es un derecho constitucional que no se le puede impedir ni tampoco condenarlo por invocar todos los recursos legales posibles. Eso es lo que hacen los abogados.
Genaro no critica al equipo de Trump por luchar, batallar e intentar todo lo que puede legalmente, éticamente, constitucionalmente, políticamente, a fin de preservar su Presidencia. Considera que si la estrategia no ha sido revelada públicamente, en términos generales tiene dos opciones.
Primero, demandas en múltiples estados, incluida una que ya está programada para ser escuchada por la Corte Suprema, y bautizada como “al por mayor” –por los miles de votos afectados– en lo que respecta a los numeritos y la oscuridad que rodea el proceso en Pennsylvania, amparada en el Artículo 2 de la Constitución.
Para el compadre, la otra opción del presidente Trump es la de “al por menor”. Es decir, los casos por casos de personas que no eran elegibles para votar. ¿Hubo un fraude? ¿Hubo un fallo informático? Éstos son más difíciles de encarar porque requieren juicios reales, evidencias de testigos y tomarán tiempo, por lo que resultaría más difícil la victoria a corto plazo.
Y eso sí le preocupa a Genaro. Que el tire y jale se alargue como ocurrió en la Florida hace dos décadas, para beneficio y derrota de los demócratas que ahora no tienen paciencia, pero sin pandemia, huracanes ni confinamiento. A fin de cuentas, ¿por quién voto don Genaro? En un susurro y muy por lo bajo, exclama: ¡Por Mickey Mouse!…