En un estado de derecho social sano, un gran segmento de la ciudadanía no tiende a perturbar políticas públicas cuando se trata de amenazas a la salud o la vida del conglomerado.
Por Jesús Rojas
¿Por qué al Gobierno central se le dificulta tanto hacer cumplir el toque de queda por la pandemia en medio del estado de excepción? Las respuestas podrían ser múltiples, aunque algunas de ellas pueden reflejar –no justificar—esa actitud de desafío y desobediencia social que dificulta el combate al virus letal en sectores sociales inadaptados.
En condiciones normales, la vida de gran parte de los dominicanos transcurre en las calles más que en el hogar. La responsabilidad en los empleos absorbe gran parte del tiempo individual. Una vez lejos de ello, la tendencia entre una gran mayoría suele ser evitar llegar temprano al hogar, a fin de sacar tiempo con los amigos o “panas”, y “botar el golpe”.
La última frase implica estar lejos de presiones familiares y responsabilidades naturales, cuando vivir la vida se interpreta en términos de disfrutar, realizando lo que place a los sentidos de momento en momento y por lo general al aire libre, siempre y cuando no se esté acompañado de la querida o del querido.
Esa actitud personal y social displicente lleva a la atracción de carácter entre los semejantes, quienes invocan toda excusa posible para hacer realidad lo que se lleva a lo interno: el rechazo a lo convencional, la demanda de derechos sin obligaciones, y el desafío a la autoridad competente cuando se es confrontado por alguna infracción leve o grave.
En un estado de derecho social sano, un gran segmento de la ciudadanía no tiende a perturbar políticas públicas cuando se trata de amenazas a la salud o la vida del conglomerado. Las leyendas urbanas no progresan debido al nivel de educación de sus miembros.
Por experiencia histórica, el pueblo dominicano se ha visto en la necesidad de confrontar la arbitrariedad del poder político en diversos episodios, los cuales han justificado su accionar a través de entornos de tiranía, dictadura, triunvirato, golpe de estado o regímenes “ilustres”, pero jamás a causa de una emergencia sanitaria.
Durante más de medio siglo de libertad y democracia estables, el carácter nacional ha evolucionado al punto de aceptar como bueno y válido un régimen de derecho individual en evolución, y en un entorno social donde aún quedan resabios del perfil autoritario en los genes de algunos individuos con y sin poder político.
En vista de que la emergencia sanitaria desatada por la pandemia del virus chino ha replanteado en democracia limitar aspectos del derecho individual por encima del interés nacional, ciertos sectores sociales resienten limitaciones al derecho ciudadano como el toque de queda.
El Gobierno central no tiene muchas opciones para enfrentar esa resistencia social natural a la realidad objetiva que enfrenta, debido a la emergencia de salud mundial reflejada en el país. No hay término medio: disuasión o represión. Lo primero por la salud y lo segundo por la economía.
Para lograr un balance y salir del peligro se hace necesaria la colaboración de las partes por un tiempo razonable. El dilema es el mismo en todas las latitudes afectadas por la pandemia. En el caso dominicano, hablar de encierro, toque de queda, distanciamiento social y limitaciones al derecho a la vida son camisas de fuerza poco conocidas para las nuevas generaciones.
De prolongarse la emergencia sanitaria mundial, el país no tendrá otra opción que sacrificar ciertos privilegios momentáneos, a fin de que la cordura, la salud y la razón impongan lo que reniega la cultura del junte, la chercha y el coro que nos define. Como quiera que lo haga, el Gobierno central no la tiene fácil en medio de esta coyuntura peligrosa con resultados inciertos…