Conversaciones con la Diáspora (4-4)
Por Rodolfo R. Pou
Nalby no tardó mucho en alcanzar a ser relevante en su carrera. Durante años trabajó para Lockhead Martin, el principal proveedor de servicio y productos para el gobierno de los Estados Unidos. Y aunque siempre se preguntó sobre ¿cómo eran esos espacios de los pisos superiores de Rockefeller Center? ¿Y que había que hacer para trabajar allí?
Para sorpresa de ella o no, la vida le daría esa respuesta, el día que ya como ejecutiva, pasaría por ese primer piso donde fue mesera, para abordar el área de seguridad, y con tarjeta de acceso en mano, abrir las puertas que conducirían a los pisos de arriba. “I made it!” -Nalby había llegado.
Hoy día, Nalby Intharaksa es Directora de Tecnología de NBC-Universal/Telemundo. Casada con un profesional consumado. El mismo de origen tailandés que le ayudaba a servir mesas en aquel lugar.
Ese que ve a través de sus ojos y cuya familia le ama como una hija. Los jóvenes que una vez encontraron su porvenir en el piso bajo de un rascacielos, guardan criaturas que se identifican como Dominico-Tailandés-Americanos.
Concluyendo la conversación me cede este pensamiento. “Me llevaste a un recuerdo que había olvidado”, me dice. Era tan desolado aquel sector del Abanico de Herrera, que a lo muy lejos “Papi nos tocaba la bocina, para hacernos saber que estaba llegando”. No le digo nada. Solo sonrío. Pues me identifico con ese recuerdo. No porque lo haya vivido personalmente, sino porque recuerdo a mis amiguitos de La Agustina, también escuchar a sus Papis tocarle la bocina a lo lejos. Y al llegar, ellos recibirlo contentos, brincando y cantando a coro… “Papi, papi, papi…”
Ya no queda chocolate en nuestras tazas. Y también ha dejado de llover. Hay un sentir de que nunca fuimos ariscos el uno con el otro, y que en verdad nos conocíamos de antes.
Nos miramos y me confiere a manera de cierre, que cada vez que visita la isla, pasa por Herrera. Y yo lo interpreto de que lo hace para recordarse que el abanico de la vida, siempre roció frescor de nuevas brisas, a Nalby. Vientos como esos que cortan el Bulevar y el agua que quedan frente a la torre donde hoy vive.
Me dice… “Tío Román me llamó ayer, desde el colmado del barrio, con una cerveza en la mano y abrazado de Fermín, el dueño del negocio. Le decía… “Fermín mira a Nalby. Se ha da’o grande. ¡Mírala, Fermín! Felicidades, mi hija. ¡Feliz cumpleaños!” Dice que eso le llena el espíritu.
Cuando le pregunto si piensa volver a la isla algún día, me responde que sí. Que incluso en cinco años se ve viajando más y conociendo aún más el mundo. Y entiendo su mensaje. Ella lleva el país adentro. Nunca se le ha ido. Y ella tampoco ha partido de él. La miro y le aseguro sin decírselo… La nación que sueñas, aún existe.