- A los economistas occidentales se les hace difícil entender las sanciones que Pekín aplicó recientemente contra sus gigantes económicos como Alibaba, Didi o Meituan, grandes empresas que han sufrido recientemente enormes pérdidas en las bolsas.
- ¿Es una muestra de que para los líderes chinos importa más la primacía del Partido Comunista que la carrera para el primer puesto en la economía mundial?
Washington, Diana Negre*
A medida que la economía china va creciendo, en los países occidentales crece También la perplejidad ante la política del gobierno de Pekín: mientras unos la entienden como una amenaza económica, otros la ven como una prueba de que la política comunista es incapaz de tolerar la suficiente libertad como para que el país continúe el crecimiento de las últimas décadas.
A los economistas occidentales se les hace difícil entender las sanciones que Pekín aplicó recientemente contra sus gigantes económicos como Alibaba, Didi o Meituan, grandes empresas que han sufrido recientemente enormes pérdidas en las bolsas: ¿es una muestra de que para los líderes chinos importa más la primacía del Partido Comunista que la carrera para el primer puesto en la economía mundial? ¿O más bien es una prueba de lo convencidos que están de que su sistema de controles puede superar los logros de la economía liberal?
Ciertamente, desde el punto de vista de los economistas occidentales, el gobierno chino se ha metido a sí mismo un gol con las enormes sanciones impuestas a las grandes empresas del país, cuyas cotizaciones no paran de bajar en todas las bolsas internacionales. Es algo comparable a su política en la ex colonia británica de Hong Kong, donde no ha respetado los acuerdos internacionales y ha puesto en serio peligro la bonanza económica de la zona.
Semejantes medidas podrían ser consecuencia de que el gobierno chino prima la disciplina de partido y los principios políticos comunistas sobre los beneficios económicos. En realidad, es algo que ya ha señalado repetidamente el presidente Xi, cuando dijo que deseaba ejercer cada vez más control sobre les empresas del país.
Da la sensación que nadie lo tomó muy en serio en los países occidentales, porque Xi también había indicado su intención de convertir a la China en la primera potencia económica mundial y superar así al gigante norteamericano. Pero parece que Xi es primero fiel a sus raíces comunistas y prefiere esperar y retroceder, antes que renunciar a sus principios.
Según esta interpretación, las inquietudes occidentales ante la agresividad económica china se demuestran excesivas y la primacía económica mundial seguirá en manos de Estados Unidos, que seguirá rigiéndose por los principios conocidos de nuestro sistema capitalista.
Pero las cosas se pueden ver de otra manera y no hay razón para creer que los chinos piensan como los occidentales ni prosiguen sus ambiciones de la misma manera. Al contrario, las medidas aplicadas por Pekín simplemente responden a su manera de entender el mundo y a su confianza de que las cosas se desarrollarán tal como ellos prevén: las empresas y los consumidores chinos se plegarán a las normas del Partido Comunista como lo han hecho hasta ahora y el peso demográfico de su enorme población será suficiente para cambiar las normas económicas que han imperado en los últimos siglos.
Pero no se trata solo de su peso demográfico, sino de la convicción china de que su sistema es superior y el talento y laboriosidad de su pueblo conseguirán imponerse. A pesar de sus dificultades a lo largo de la historia, nadie ha acusado al pueblo chino de falta de seguridad en sí mismo. Pueden interpretar la crisis del momento como una tormenta pasajera: cuando las aguas vuelvan a su cauce, las grandes empresas sancionadas por Pekín ahora, volverán a crecer de manera acorde a los deseos de sus líderes políticos y demostrarán que las leyes del mercado tal como se conocen en Occidentes han cambiado y se adaptan a las nuevas normas orientales.
Y ¿por qué no? Pensando con criterios de mercado, ninguno hay tan grande como el chino, un país que representa casi la quinta parte de la población mundial, y un mercado de tal envergadura no es simplemente un receptor pasivo, sino que puede dejar sus marcas en el quehacer económico de todo el mundo.
Aunque…tal vez China habrá de mirar su retaguardia: muy de cerca, demográficamente, le sigue la India: si los chinos son 1.44 mil millones, los indios son 1.39 y probablemente les sobrepasarán pronto, pues los indios no tienen políticas de control de natalidad. Para acercárseles en niveles económicos o tecnológicos, tienen aún un largo camino, pero la paciencia es una de las virtudes orientales…
*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.