Es algo tan evidente para los norteamericanos, que si bien los estados federados compiten para atraer inversores, saben que las ventajas fiscales pasan a segundo plano ante las posibilidades comerciales o de crecimiento empresarial.
Washington, Diana Negre*
Una de las peculiaridades del sistema fiscal norteamericano, es que los contribuyentes están obligados a hacer dos declaraciones de renta todos los años: una para los impuestos federales, que se aplican de la misma forma a todos los norteamericanos, y otra para el estado federado en el que se reside.
Es algo que distorsiona la comparación internacional en cuanto a los niveles de presión fiscal, pues en el mundo industrializado Estados Unidos figura entre los países de fiscalidad baja por lo que afecta a los impuestos federales. Pero a la hora de añadir la contribución a los estados de residencia, la situación puede cambiar mucho.
Quienes viven en estados como Nueva York o California pagan muchos más impuestos que los residentes de estados como La Florida o Tejas. Es un contraste con las afirmaciones que uno lee en comentarios y oye en declaraciones públicas, de que en todo el mundo hay una perfecta armonía fiscal dentro de las regiones o estados federados de un país.
Es una cuestión que se debate ahora en España y sorprende oír a personajes políticos asegurarnos que la competencia fiscal dentro de un país no existe en el mundo desarrollado. Ciertamente, en Europa es poco frecuente, aunque hay lugares como Suiza donde la contribución total al fisco cambia mucho según el cantón de residencia.
En Estados Unidos, concretamente, las diferencias son muy grandes y constituyen una verdadera competencia entre los diferentes estados para atraer inversores o residentes. Y no es una competencia discreta, sino que algunos estados incluso hacen propaganda de su baja fiscalidad.
El Estado que más llama la atención es Dakota del Sur, donde no hay impuestos ni a los particulares ni a las empresas. Es algo que para algunos resulta tan atractivo que hay cada vez más empresas que se registran en este estado y otro tanto ocurre con los particulares: basta con ir allí una vez al año y tener un domicilio o una sede comercial registrada. Y para esto no hace falta alquilar un local, sino simplemente “comprar” una dirección postal, por un precio módico de unos pocos centenares de dólares.
A cambio de esta pequeña inversión, el contribuyente se libra de los impuestos locales y hasta recibe por correo la renovación de su permiso de conducir, sin necesidad de un examen.
En este terreno, Dakota del Sur se lleva la palma, pero la competencia es fuerte entre otros estados: algunos eximen a sus residentes de pagar impuestos personales, otros tienen ventajas fiscales para las empresas o para las inversiones.
La situación beneficia, por ejemplo, a Pennsylvania que tiene poca presión impositiva para los particulares, aunque la compensa con los cargos empresariales. Algo semejante ocurre en Florida, donde la compensación proviene también de altos impuestos del catastro. O Texas, con una presión fiscal moderada en ambos terrenos y que da sus frutos desde hace años: a pesar del calor, cada año recibe más residentes o empresas de estados como California o Nueva York, que se liberan así de la alta fiscalidad de sus estados.
Las consecuencias son evidentes: Nueva York, otrora el estado más poblado, está ahora en tercer lugar, detrás de California y Tejas. En cuanto a California, actualmente el de mayor población, va perdiendo residentes que se refugian en Texas. Por lo que se refiere a Florida, es la gran atracción de los jubilados de todo el país, que además de evitar los fríos de estados como Nueva York o Nueva Jersey, disponen de unos miles de dólares adicionales de ahorro fiscal cada año, pues allí prácticamente no hay impuestos estatales a las personas físicas.
Este movimiento de población no se refleja solo en las economías, sino también en la vida política: si bien todos los estados tienen dos senadores, independientemente del número de habitantes, el número de congresistas depende de las cifras de residentes.
De esta forma, en los últimos decenios, la representación neoyorquina ha ido bajando, mientras que la de California y Tejas ha subido. Ahora, los californianos también emigran y en el último censo la consecuencia fue que California perdió escaños por primera vez, algo que benefició nuevamente a Tejas, cuya delegación en la Cámara de Representantes no cesa de subir.
En general, los estados de baja fiscalidad tienen mayorías republicanas mientras que los demócratas acostumbran a favorecer impuestos más altos. Este nuevo reparto de escaños podría augurar mejores tiempos al Partido Republicano, pero no ha de ser así necesariamente: quienes huyen de las políticas fiscales progresistas, se van a estados conservadores para beneficiarse económicamente…pero no cambian su credo político.
La consecuencia -al menos la inmediata, es que los refugiados en Tejas o Florida influyan tanto en el voto local que estos estados tendrían en el Congreso de Washington cada vez más delegados progresistas, lo que sería una ventaja para el Partido Demócrata.
Por otra parte, las ventajas fiscales acostumbran a atraer a los jubilados, pero las empresas se dirigen más bien a los lugares en que hallan empleados con talento y posibilidades de crecer: aquí, Dakota del Sur tiene pocas armas para luchar contra California y su fiscalidad tan solo le sirve para atraer a particulares o a empresas “tradicionales”, es decir las que no se dedican a innovaciones informáticas y nuevas tecnologías.
A la hora de crecer, las inversiones de dirigen al lugar en que tiene más posibilidades, tanto para encontrar una mano de obra con talento, como un mercado para sus productos. Esto significa que las ventajas fiscales son un acicate, pero no un determinante: California, con el tipo impositivo mayor del país, sigue siendo un imán para los inversores, por mucho que algunos prefieran irse a lugares con menor fiscalidad.
Es algo tan evidente para los norteamericanos, que si bien los estados federados compiten para atraer inversores, saben que las ventajas fiscales pasan a segundo plano ante las posibilidades comerciales o de crecimiento empresarial.
*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.