Los lituanos saben lo terrible que es ese sistema y sienten que su deber es ser solidarios con la democrática y amenazada Taiwán.
Por Luis Zúñiga*
Cuando Lituania anunció, en julio pasado, que estaba abriendo Oficinas de Representación mutuas con Taiwán, numerosos analistas políticos especularon que pronto vendría una retractación lituana. El anuncio constituía un cuasi reconocimiento diplomático a Taiwán porque las oficinas no se disimulaban bajo los eufemismos de “comerciales o culturales”. Todos esperaban que las usuales presiones políticas y diplomáticas chinas lograrían su objetivo de doblegar al gobierno de Lituania.
Sin embargo, las presiones, que sí ocurrieron, no tuvieron éxito y Lituania sostuvo su decisión. El por qué Lituania se mantuvo firme, es fácilmente comprensible cuando se conoce la historia de ese país y quiénes la gobiernan. Lituania fue ocupada por los soviéticos en 1940 y vivió 49 años bajo el control comunista. Los lituanos saben lo terrible que es ese sistema y sienten que su deber es ser solidarios con la democrática y amenazada Taiwán.
Esa experiencia nacional frente al peligro comunista que representa China, es valiosísima y es la experiencia o conocimiento que los gobiernos de Latinoamérica debían adquirir, especialmente los que han cedido a las presiones de China Comunista y cortaron sus relaciones diplomáticas con Taiwán.
La metodología que han usado los chinos para lograr incertarse en los países de su conveniencia, es ofreciendo créditos e inversiones multimillonarias en proyectos de interés para los gobiernos de esos países. Por supuesto, el dinero chino viene “envuelto” en condicionalidades. En unos casos, es el corte de toda relación con Taiwán y la apertura de relaciones diplomáticas con China, como vimos en República Dominicana, Panamá y Costa Rica. En otros, que no tienen vínculos con Taiwán, es obtener influencia política sobre esos gobiernos y poner en práctica la ya conocida “diplomacia china de entrampamiento por deudas”.
Los acuerdos con China siempre revisten características significativas. La primera es que rápidamente crean los Instituto Confucio, una institución que disfrazan bajo la “noble” fachada del intercambio cultural y el conocimiento del idioma, pero que va más allá de sus anunciados propósitos. Esos Institutos son en efecto centros de adoctrinamiento comunista y de captación de jóvenes para futuros cuadros políticos “pro-China”.
La segunda característica es que los créditos suelen estar ligados a exportaciones chinas o a la construcción de obras de infraestructura por empresas chinas.
Y la tercera característica es que la mayoría de las promesas inversionistas usualmente no se materializan. Veámos que ha ocurrido a ese respecto en República Dominicana. El presidente Danilo Medina firmó con China 18 Memorándums de Entendimiento e incorporó el país al programa chino de “Belt and Roads Initiative”. A cambio, China le extendió un portafolio de proyectos e inversiones por un valor de US$3,000 millones.
Sin embargo, en el 2021 vemos que practicamente ninguno de los proyectos se ha materializado. De los ocho proyectos de infraestructura que propuso el gobierno, ninguno ha progresado. El gobierno chino ha dado promesas, pero no hechos. Los dominicanos habían puesto una esperanza significativa en los proyectos de generación de electricidad, un viejo problema nacional, pero igualmente, no ha habido progreso en esos proyectos ni el cumplimiento de la promesa de un crédito de US$600 millones para ese propósito.
Cuando el expresidente Danilo Medina dio el paso de romper relaciones con Taiwán y abrazar a China Comunista, en el 2018, dijo que esa decisión sería “extraordinariamente positiva para el futuro del país”, pero 3 años después, el comercio con China tiene una balanza comercial muy negativa: República Dominicana exporta a China por un valor de US$252 millones e importa por valor de US$4,170 millones.
El resultado de darle la espalda a Taiwán, que le ofrecía a la República Dominicana una Cooperación Económica No Reembolsable (no generaba deuda), es que hoy los dominicanos ya le deben US$600 a China, no han visto materializarse nada del “vistoso” portafolio de inversiones prometidas y tienen en sus entrañas un centro de adoctrinamiento comunista para envenenar a la juventud. Un muy mal negocio el que hizo Danilo Medina. Ojalá el nuevo presidente, Luis Abinader, se fije en Lituania.
*Luis Zúñiga, Analista político y exdiplomático.