Desde el decenio de los 90, el TTP derivó hacia el terrorismo antisistema, con fuertes apoyos en la frontera afgano-pakistaní donde la etnia pachtuna es mayoritaria y ayuda generosamente a los talibán de ambas naciones.
Madrid, Valentí Popescu
Todo el mundo sabe de los talibán (talibán y no talibanes, porque este neologismo tomado del árabe – significa “estudiante o estudioso” – ya es plural en el idioma original) del Afganistán, pero poca gente del mundo atlántico tiene noticia de que hay talibán también en el Pakistán.
Y allá constituyen un desafío terrorista contra el Estado tan virulento e inquietante como lo fueron sus correligionarios afganos para los EE.UU., albergando a bin Ladín y Alqaeda hasta la invasión estadounidense del país. Pese a las muchas coincidencias entre las dos organizaciones terroristas, ambas organizaciones son independientes y centradas mayormente en la política de su propia nación.
De todas formas, ambas organizaciones terroristas tienen en común al ISI (servicio secreto pakistaní) que, cuando le convino, las apoyó y usó para sus intereses tanto en el Afganistán y Cachemira como el propio Pakistán y las combatió cuando así le convenía.
Los talibán pakistaníes se llaman “Tehreek-e-Taliban Pakistan” (TTP) y pertenecen a la rama sunita de los “Deobandi”, la versión mayoritaria del islamismo – junto con los “barelvis” – en esta parte de Asia. Desde el decenio de los 90, el TTP derivó hacia el terrorismo antisistema, con fuertes apoyos en la frontera afgano-pakistaní donde la etnia pachtuna es mayoritaria y ayuda generosamente a los talibán de ambas naciones.
Esta descripción tiene un valor muy relativo, porque en realidad las alianzas y enemistades ideológico-religiosas en esta parte del mundo son fluidas y cambiantes… según van y vienen los éxitos. Mundo pobre y oprimido, los guerrilleros hacen de sus creencias también un modo de vida y se pasan de una organización a otra en virtud de los éxitos del momento y en mengua de la fe. Así es más que frecuente encontrar currículos de gente que ha combatido tanto para Alqaeda como para el Estado Islámico o varios grupos talibán.
Y asimismo aparecen en los historiales políticos de las agrupaciones campañas encarnizadas de terrorismo como tanteos y efímeros tratados de paz con el Gobierno. Ahora mismo el TTP tiene en vigor desde hace un mes una tregua con el Estado pakistaní… ¡gestionada por el ministro afgano de Interior, Sirrayudin Haqqani!
Lo que pueda ganar el Afganistán de una paz entre Islamabad y el TTP es difícil de entrever; lo único evidente que en estos momentos el gran beneficiado de la tregua es Haggani, cuya influencia y prestigio crece en toda la región.
Pero para Islamabad ese “alto el fuego” resulta muy peligrosos porque hasta ahora todos los armisticios acordados con los terroristas solamente les han servido a estos para reagruparse y reorganizarse a fin de emprender nuevas actividades. Según la Prensa pakistaní, la medida ha sido adoptada por Islamabad ante todo para estabilizar el territorio próximo a la frontera afgana, muy afectado por los atentados terroristas y el desencanto de la población local con las fuerzas del orden.