Además de la democracia representativa, la encuesta encontró un apoyo considerable para la democracia directa.

Por Jesús Rojas*

Un grupo de académicos, intelectuales, maestros y hasta periodistas, han puesto el grito al cielo porque un cuadernillo de enseñanza de sexto grado, adoptado con toda ley por el Ministerio de Educación, pide a los estudiantes discernir el enfoque diferente que tienen los gobiernos democráticos y los regímenes dictatoriales frente al desafío que significa enfrentar la pandemia.

La rasgadura de las vestiduras hubiera sido pasada por alto a no ser por los motivos o excusas que invocan los ofendidos para explicar su desacierto antidemocrático: se ofende a los países hermanos de Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, donde penosamente rigen gobiernos de corte autoritarios y dictatoriales del llamado socialismo del siglo XXI. Así, sin eufemismo alguno.

El mejor alimento de la democracia es discernir los hechos, cuestionar la autoridad ilegal y arbitraria y defender el estado legal y de derecho sin cortapisa alguna.

Ristra en mano han saltado en su defensa a la palestra pública connotadas figuras del mundo intelectual, entre ellos escritores e historiadores, quienes olvidan de manera deliberada que bajo esos regímenes que defienden con énfasis tan vehemente, jamás hubieran tenido ellos la oportunidad de cuestionar políticas públicas o directrices de un partido único impuestas a la población.

La respuesta del Ministerio de Educación ha sido contundente: en los cuadernillos no hay intención o tinte ideológico. La idea es educar, poner a pensar a los estudiantes para que aprendan a discernir entre lo blanco, lo oscuro y lo gris, misión esencial de un sistema educativo libre en cualquier estado democrático que respete los derechos básicos de sus ciudadanos.

Cabe recordar a quienes exigen cambiar las reglas para beneficio de sus socios ideológicos, compañeritos y otros afines de la internacional socialista, que en los países con gobiernos citados como dictaduras en el texto de enseñanza, no hay derecho a pensar por sí mismo.

Allí, el Estado paternalista pretende serlo todo, desde la cuna hasta la tumba. La idea del partido único, del discurso único, del único órgano y rector de la sociedad, abanderado de los pobres y del anti imperialismo, conducidos como borregos, sin derecho a disentir o a pensar por sí mismo, es la norma. Por algo el mantra: con la revolución todo, sin la revolución, nada.

Cuando el historiador, biógrafo oficial de Fidel Castro, antiglobalista y apologeta marxista, Ignacio Ramonet, visitó el Palacio Nacional invitado por el presidente Danilo Medina en enero pasado –por supuesto, con todos los gastos pagos a la cuenta del Estado por “el malvado” capitalismo–, ningún defensor de la democracia dominicana rechazó públicamente su presencia en el territorio nacional.

Y es que la democracia es así de tolerante, hasta con sus propios verdugos y enemigos.

Por tanto, no sorprende que durante los casi 20 años de gobiernos del PLD, partido autoproclamado marxista, las semillas antidemocráticas alimentadas por los lazos y vínculos de elementos ideológicos sectarios y ultra radicales en su interior, hayan tomado cierta fuerza. Por ello atacan más al mensajero, que al mensaje. Y a falta de razones, se apela a la política del odio.

Muchos closets de esa y otras logias ideológicas antidemocráticas han quedado vacíos, debido a la cosecha de seguidores de la utopía esclavista y anti ética. Ello es contrario a la libertad natural del individuo, a su dignidad individual y al libre pensamiento y albedrío. Lo peor es que la promueven elementos extranjeros y nacionales, invocando todos sus derechos; cuando no, pisoteándolos o negándolos a los demás con la ideología de la sinrazón.

El Ministerio de Educación de la administración del presidente Luis Abinader debe recibir el apoyo tácito de los dominicanos que creen y practican en democracia con todos sus defectos y virtudes, y la defienden frente a sus enemigos abiertos o solapados. A la hora de enseñar a los estudiantes para que aprendan a pensar, no es necesario deformar la memoria histórica por razones ideológicas.

El mejor alimento de la democracia es discernir los hechos, cuestionar la autoridad ilegal y arbitraria y defender el estado legal y de derecho sin cortapisa alguna. Analizar la cruda realidad, pero expuesta en su totalidad. No a medias, tendenciosa o aviesa. Sin tintes, prismas ni colores ideológicos como los cuadernillos democráticos. Lo contrario es predicar el Manifiesto en calzoncillos…

*Jesús Rojas es sociólogo, periodista, escritor y especialista en multimedios.