En el caso del petróleo, Estados Unidos simplemente responde a unas necesidades económicas que, de momento, no se pueden satisfacer con fuentes alternativas ni con una reducción del consumo.

En Estados Unidos, la situación del mercado de petróleo enfrenta al presidente Biden con los ecologistas que tanto le han apoyado, hasta el punto de que la Casa Blanca prefiere aceptar la ayuda de países dictatoriales como Venezuela, antes que fomentar más explotaciones petrolíferas en el país.

Washington, Diana Negre*

Si nos guiamos por las declaraciones del gobierno norteamericano, en Estados Unidos se hace todo lo posible por evitar el uso de energías contaminantes como el petróleo. También prometen tomar cuantas medidas existen para ayudar a Ucrania a defenderse de los ataques de Moscú.

Pero si damos un vistazo a los resultados, o a las medidas tomadas para obtener estas metas, vemos que lo que se dice no tiene mucho que ver con los hechos: ni el Pentágono da a Kiev todas las municiones que necesita y están disponibles, ni se reduce el uso de petróleo.

En el caso del petróleo, Estados Unidos simplemente responde a unas necesidades económicas que, de momento, no se pueden satisfacer con fuentes alternativas ni con una reducción del consumo: ni están estas alternativas suficientemente desarrolladas, ni la economía puede sobrevivir con un consumo mucho más bajo.

Países en vías de desarrollo como la India, o gigantes económicos como la China, garantizan que será necesario echar mano del petróleo para suministrar lo que se necesita, por mucho que protesten los ecologistas o que la Casa Blanca se declaren partidarios de proteger el medio ambiente.

Tanto es así, que la producción de petróleo estimada para este año será la mayor de la Historia, con 101 millones de barriles diarios, la mitad de los cuales irá al consumo chino.  Y la tendencia se mantendrá el año próximo, con un consumo todavía mayor.

En Estados Unidos, la situación del mercado de petróleo enfrenta al presidente Biden con los ecologistas que tanto le han apoyado, hasta el punto de que la Casa Blanca prefiere aceptar la ayuda de países dictatoriales como Venezuela, antes que fomentar más explotaciones petrolíferas en el país.

Aun así, la extracción dentro de Estados Unidos por medio del “fracking”, otra tecnología rechazada por los ecologistas, no solamente seguirá, sino que las empresas que siguen este método continuarán gozando de importantes ayudas oficiales: los que invierten en estas operaciones, pueden deducir de sus impuestos entre el 80 y el 90% de la inversión.

Si esto puede parecer hipócrita, otro tanto ocurre con la situación en Ucrania: Estados Unidos no solo fomenta el conflicto, sino que no participa directamente y utiliza las tropas ucranianas para servir a sus fines militares, que parecen ser la ampliación de la OTAN.

Una ampliación que sería contraria a los acuerdos logrados con Moscú hace ya cierto tiempo, pero que ahora se supeditan a las posibilidades del momento, que Washington cree son más favorables a extender hacia el Este el pacto defensivo occidental.

Pero no solo se ahorra Estados Unidos la vida de sus soldados que no participan en las operaciones militares, sino también un posible enfrentamiento adicional con Rusia por la ayuda que le da Ucrania: no solo se niega a dar al gobierno de Kiev sus tanques Abrams, con el pretexto de que son demasiado difíciles de usar, sino que tampoco presiona a Alemania para que envíe sus tanques Leopard.

Más todavía, Washington evita tomar una posición al respecto y ni exige o favorece púbicamente el envío de tanques, ni critica la negativa inicial de Alemania, esta vez con el argumento de que “no es una decisión fácil”.  Tampoco se opone a que otros países europeos envíen sus Leopard a Ucrania, de forma que siempre tiene la posibilidad de acabar en el lado acertado de esta decisión.

Algunos comparan estas acciones a eso de “tirar la piedra y esconder la mano”, pero precisamente Estados Unidos está en una buena posición para hacer ambas cosas: es decir, presentar una imagen de protector del medio ambiente y de partidario de soluciones pacíficas, al tiempo que favorece medidas de crecimiento económico anti-ecologistas y políticas bélicas que tienden a agudizar los conflictos en vez de resolverlos.

En el caso del petróleo, Estados Unidos simplemente responde a unas necesidades económicas que, de momento, no se pueden satisfacer con fuentes alternativas ni con una reducción del consumo.