Las escasas energías físicas del primer presidente octogenario de Estados Unidos son bien conocidas incluso desde antes de las elecciones de hace casi dos años y se reflejan en la necesidad de tomar largas pausas, probablemente beneficiosas para su salud y estado de ánimo, pero difíciles de encajar con las necesidades de su cargo.
Washington, Diana Negre*
El número 1600 de la Avenida Pennsylvania, en Washington, es la dirección de más prestigio en Estados Unidos y un centro de atención renovada en las próximas semanas, es decir, cuando los norteamericanos se preparan para elegir a quién ha de representarlos en el Congreso de Washington y en muchos de sus gobiernos locales.
Es porque allí se halla la Casa Blanca, cuyo ocupante no se somete a elecciones el próximo 8 de noviembre, pero puede ver el resto de su mandato afectado según los resultados de las votaciones en todo el país.
El presidente Joe Biden tan solo lleva dos años escasos en la Casa Blanca y tiene esperanzas de que los próximos comicios no sean del todo malos para su Partido Demócrata: si bien es habitual que el partido del presidente pierda votos en las elecciones parciales, las encuestas señalan que tal vez los resultados podrían ser menos buenos para la oposición de lo que el Partido Republicano espera.
Es porque las encuestas indican que el partido Demócrata, ahora mayoritario en las dos cámaras del Congreso y que ocupa también la Casa Blanca, tiene posibilidades de mantener su mayoría en el Senado de Estados Unidos, aunque parece casi seguro que los republicanos recuperarán el control de la Cámara de Representantes.
Aunque las probabilidades demócratas de mantener una de las dos cámaras no son muy grandes, los colaboradores del presidente Biden albergan ciertas esperanzas.
Semejantes esperanzas significan seguir dirigiendo el país hasta el año 2025, cuando entrará en vigor un nuevo gobierno salido de las urnas en las elecciones generales de noviembre de 2024,
Hasta entonces, Biden puede seguir con su jornada laboral de tan solo pocas horas en cuatro días por semana, en los cuales ha de ser asistido con frecuencia por quienes tratan de corregir sus errores y despistes.
Las escasas energías físicas del primer presidente octogenario de Estados Unidos son bien conocidas incluso desde antes de las elecciones de hace casi dos años y se reflejan en la necesidad de tomar largas pausas, probablemente beneficiosas para su salud y estado de ánimo, pero difíciles de encajar con las necesidades de su cargo.
Esto ha obligado a aumentar las responsabilidades de su equipo, en buena parte formado por fontaneros no elegidos. Son gentes que han colaborado con él durante años, pues estuvo ocho años cerca de la Casa Blanca como vicepresidente de Barak Obama, pero no tienen que responder a los electores y ni siquiera a su jefe teórico, es decir, el presidente, pues no parece que Joe Biden esté demasiado por la labor de controlar a sus colaboradores. Al contrario, más bien parece que son estos colaboradores quienes le controlan a él y lo ponen de figurón en diferentes actos públicos y firma de documentos importantes -preparados por estos funcionarios.
Hay quienes señalan que tampoco el presidente Reagan dedicaba mucho tiempo a gobernar, pero él mismo señalaba que había elegido cuidadosamente a sus colaboradores, que la función de un alto mandatario exige saber delegar y no interferir en el trabajo diario de quienes ha escogido para diversas funciones.
Cierto es que, en los últimos tiempos de su presidencia, también Reagan dio muestras de haber perdido facultades, a pesar de que era ligeramente más joven que Biden en estos momentos, pues terminó su mandato antes de haber cumplido los 80, mientras que a Biden le quedan dos años más en la Casa Blanca y es ya octogenario.
También lo sería Donald Trump en el improbable caso de que consiguiera ser reelegido, pues nació en 1946 y llegaría por segunda vez a la Casa Blanca en 2023, de manera que cumpliría su 80 aniversario a los tres años de su mandato.
Entre tanto, los que se encargan de las funciones propias del presidente tratan de mantenerse en la sombra y controlan cuidadosamente las intervenciones públicas del primer mandatario. Es probablemente una situación ideal para estos fontaneros: no tienen responsabilidad política, están a cubierto de condenas públicas y pueden llevar a la práctica sus objetivos sin demasiados impedimentos.
Este, para los demócratas, paraíso político podría tener los días contados si el 8 de noviembre ambas cámaras cambian de signo y el país pasa a manos de una legislatura monocolor republicana. Especialmente porque semejante constelación se sumaría a la mayoría que los republicanos ya tienen en los gobiernos de los 50 estados del país, pues controlan 28 mientras que tan solo 22 están en manos demócratas.
Aunque la Casa Blanca seguirá en manos demócratas, estas manos estarán atadas por el control republicanos en otros sectores del gobierno.
Parcialmente, los demócratas tienen una compensación porque mandan en estados de gran peso económico y demográfico, como son Nueva York y California, pero otros estados tradicionalmente republicanos como Texas van ganando en número de escaños en detrimento de Nueva York. Otro tanto ocurre con Florida, también bajo control republicano y que también supera ahora Nueva York en número de congresistas. Incluso California, el estado más poblado del país, ha cedido escaños a Texas que se sitúa ahora en segundo lugar.
Si estas cifras son positivas para los republicanos, también pueden ser inquietantes: los conservadores temen que, al exportar población, los estados progresistas traspasen también su mentalidad a los lugares conservadores del país.
Pero aunque las elecciones de noviembre pusieran ambas cámaras del Congreso bajo control republicano, los fontaneros de Biden podrán seguir adelante en parte con su política sin tantos impedimentos como tendría el primer mandatario, pues trabajan desde la sombra. Sería Biden el encargado de dar la cara, con respuestas preparadas por sus colaboradores, quienes tratan celosamente de protegerlo de las insidiosas preguntas de los medios informativos.
*Diana Negre, periodista, escritora, editora, veterana excorresponsal en la Casa Blanca de múltiples medios en Europa y América Latina.