Concluimos, no sin antes hacer la debida advertencia: Cualquier “accidente”, por más mínimo que sea, que le suceda a la periodista Rose Mary Santana, hacemos responsable de ello ante la opinión pública al señor Jacobo Fernández.
El cónsul saliente de la República Dominicana en Miami, Florida, Jacobo Fernández, desde hace algún tiempo, se ha dado a la tarea de discriminar, bloquear y hostigar a periodistas dominicanos legítimos y conocidos en el desempeño de sus labores en esa ciudad.
Tal ha sido el caso, entre otros, de nuestra presidenta-editora de RoseMaryNews, Rose Mary Santana, quien ha sido crítica de buena fe de algunos aspectos del desempeño público de este funcionario del gobierno pagado por los contribuyentes de la República.
¿A qué le teme el señor cónsul?
La pregunta viene al caso porque, amén de mantener distancia de la prensa criolla, el señor Jacobo Fernández también se ha dado a la tarea no solo de menospreciar, vilipendiar y desacreditar a una parte de la prensa responsable local, sino también de inducir a malos tratos de manera indirecta.
No es coincidencia que algunos periodistas en Miami hayan sido objeto de minuciosas indagaciones, sin justa razón, por parte de agentes federales de Inmigración y Aduanas en el famoso “cuartito” del aeropuerto internacional de Miami.
Como tampoco ha sido casualidad que en el acto reciente del presidente Luis Abinader en la Ciudad del Sol, el señor cónsul solicitara a agentes del Servicio Secreto desalojar del salón de los presentes a la directora de este medio, invitada oficial de la Cancillería de la República.
No se puede pasar por alto este tipo de conducta en un diplomático. El autoritarismo y la intolerancia personal no son parte de la función pública. Ello contradice la política oficial de Estado del presidente Luis Abinader en términos de servicio y atención eficiente.
Concluimos, no sin antes hacer la debida advertencia: Cualquier “accidente”, por más mínimo que sea, que le suceda a la periodista Rose Mary Santana, hacemos responsable de ello ante la opinión pública al señor Jacobo Fernández.
Y que conste, no es nada personal. Es lamentable que un diplomático atípico concluya su misión de esa manera, embriagado por su narcisimo, autoritarismo y su irrespeto a la prensa.
Pero sí cabe reiterar la pregunta: ¿A qué le teme el señor cónsul?