Cuando el presidente Luis Abinader, durante las exequias, pidió a los dominicanos que imitaran el ejemplo del artista, a quien definió como un “caballero de corazón enorme”, estaba dando la más apropiada personificación de esta gran figura nacional.
Por Miguel Franjul*
Más allá de su fama mundial como artista, finalmente el gran legado de Johnny Ventura fue el haber llevado una vida de decoro en la pobreza, humildad en su trato humano y sensibilidad social, las llaves de sus éxitos.
Cuando el presidente Luis Abinader, durante las exequias, pidió a los dominicanos que imitaran el ejemplo del artista, a quien definió como un “caballero de corazón enorme”, estaba dando la más apropiada personificación de esta gran figura nacional.
Porque, en verdad, la larga trayectoria de vida de Johnny Ventura está tachonada de esfuerzos, confianza en sí mismo, respeto a los demás y la convicción de que se puede llegar a la cima colocando “ladrillo tras ladrillo” sin rendirse ante las adversidades.
En su caso, siendo un niño de color, nacido en familia pobre con mínimos recursos, tal circunstancia no fue traba para aspirar a una buena formación educativa y a subir los más altos peldaños en sus aspiraciones artísticas o políticas.
Por eso fue un hijo y padre ejemplar, arquitecto de una familia unida y solidaria que sabrá cuidar su legado.
Su filosofía era pura y simple: “Aprendí a no avergonzarme por nada; ser bueno en todo para alcanzar las metas y asumir que la buena o la mala suerte están predeterminadas por las decisiones que uno tome en la vida”.
En concreto, la suma de las virtudes humanas, ejercidas armónicamente frente a los demás, valieron mucho para que Dios allanara los caminos que permitieron a Johnny Ventura alcanzar la gloria plena de la inmortalidad en el corazón de un país que lo despidió entre alegrías y llantos.
*Miguel Franjul es director del periódico Listín Diario, decano de la prensa nacional.
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