Las baterías de los coches eléctricos son el gran problema, no sólo porque sean pesadas, caras y lentas de cargar, también porque están hechas con materiales que escasean mucho más que el petróleo y, sobre todo, porque sus residuos son muy contaminantes. (Foto: Fuente externa).

Si se tiene en cuenta su fase de producción, los autos eléctricos podrían ser incluso más contaminantes que los de gasolina o diésel.

Por Jesús Rojas
La euforia por los autos eléctricos ha tomado fuerza en años recientes, empujada por los esfuerzos con miras a la adopción de energía sustentable y los pronósticos de la vida finita del petróleo como principal fuente energética del planeta, sus efectos en el medio ambiente y su valor estratégico.

Una pieza clave en la lucha de los intereses económicos que pugnan por el control de las fuentes de energía disponibles ha sido, sin lugar a dudas, la producción de los autos eléctricos. Ello ha generado un debate casi permanente de su ventaja y desventaja a la luz de las nuevas tecnologías.

Las baterías de litio no son inocuas para el planeta. La extracción de este mineral estratégico y escaso implica un problema ecológico

Si se tiene en cuenta su fase de producción, los autos eléctricos podrían ser incluso más contaminantes que los de gasolina o diésel, pese a que se han presentado como la alternativa «limpia» a los que funcionan con gasolina, podrían contaminar mucho más que los convencionales.

El estudio, realizado por la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, difundido en 2012, es decir, hace casi una década, concluyó que las fábricas de coches a electricidad, pese a su popularidad y costo elevado, también emiten una mayor cantidad de desechos tóxicos comparados con las fábricas de autos convencionales, según el reporte, publicado en el Journal of Industrial Energy.

«El estudio refleja que la fase de producción y el impacto contaminante de estos autos resulta más intensiva a nivel medioambiental», señala el estudio, en comparación con la producción de autos de gasolina o diésel.

Además, la producción de baterías y motores eléctricos requiere el uso de una gran cantidad de materiales tóxicos como níquel, aluminio y cobre, de ahí que el impacto por acidificación es mucho mayor.

Otras desventajas del auto eléctrico son menor autonomía, requieren de una estación especial para recargarse, precio de compra elevado, pocos talleres especializados, y la energía que requieren procede de combustibles fósiles.

Otros factores que limitan el producto son su densidad energética, vida útil o coste por kWh. Sin embargo, la llamada economía circular ha empezado a cobrar protagonismo a medida que el factor medioambiental se ha impuesto en la esfera del coche eléctrico.

Como casi todo lo producido por el ser humano, los resultados arrojan doble efecto. Otro estudio científico reciente resalta lo que podría definirse como el Talón de Aquiles de los autos eléctricos: las baterías.

El problema del reciclaje de baterías de iones de litio plantea desafíos inmediatos que no han sido resueltos, lo que favorece más a las baterías de ácido-plomo como las idóneas para el reciclado.

Las baterías de litio no son inocuas para el planeta. La extracción de este mineral estratégico y escaso implica un problema ecológico; pero también el reciclaje de las baterías, que no es nada sencillo.

Las baterías de los coches eléctricos son el gran problema, no sólo porque sean pesadas, caras y lentas de cargar, también porque están hechas con materiales que escasean mucho más que el petróleo y, sobre todo, porque sus residuos son muy contaminantes.

En la actualidad, el proceso de tratamiento de las baterías de ión de litio como residuo es muy caro y apenas se recuperan el 50% de los componentes de las mismas; llegando hasta el 80% en el mejor de los casos. Además, el procedimiento para recuperar esos materiales es altamente contaminante y emite muchísimo CO2.

Por este motivo, la mayoría de los fabricantes hasta ahora ha apostado por una reutilización de estas baterías en lugar de desecharlas o reciclarlas.

Cuando el rendimiento de las baterías de ión de litio cae y ya no son utilizables como reserva de energía para fines principales como los coches eléctricos, se destinan a otros usos como sistemas de alimentación de emergencia, para iluminar campos de fútbol o incluso para estaciones de carga o “electrolineras”.

En esos servicios no es tan importante que la carga y descarga sea rápida ni la densidad energética es un problema, de modo que se pueden reutilizar.

Uno de los problemas para el reciclado de las baterías de ión de litio es que deben descargarse por completo por motivos de seguridad para poder ser desarmada y separados sus componentes.

Uno de los principales argumentos empleados para que la industria del transporte abandone el petróleo como combustible y se empleen otras alternativas es que no es renovable ni infinito. Esto es absolutamente cierto.

Sin embargo, el litio es todavía más escaso y finito que el petróleo y, mientras que se puede producir petróleo sintético, con el litio no pasa lo mismo. El dilema es que el litio no es una solución a este problema, ya que nada menos que el 85% de las reservas mundiales de este elemento químico están en Argentina, Bolivia, Chile y Perú.

Que el litio tenga las mismas limitaciones que el petróleo en cuanto a que es un recurso escaso y que está en países no controlados por las grandes potencias es clave para que, con casi toda probabilidad, el futuro de la movilidad eléctrica esté en las pilas de combustible de hidrógeno (un elemento mucho más abundante y al que tiene acceso cualquier nación) y no en las pilas de litio.