Fotografía: Getty Images.

Se fue un campeón a los 93 años de edad. Un hombre tan especial como ganador, así fue Tommy Lasorda, quien dejó una huella imborrable en el béisbol de las Grandes Ligas, pero también en la pelota dominicana, a la que amó de manera muy especial.

Por Abraham Afcha / RoseMaryNews.com

Los Ángeles, California–Si hay una personalidad que siempre quedará grabada en la memoria del béisbol de la República Dominicana, ese es Tommy Lasorda, legendario manager campeón con los Tigres de Licey y que este viernes falleció a los 93 años de edad.

El estadounidense, quien en 20 años como manager de los Dodgers (1976 a 1996) ganó dos campeonatos de la Serie Mundial, cuatro banderines de la Liga Nacional y ocho títulos divisionales, falleció a causa de un paro cardiopulmonar en Los Ángeles, ciudad donde residía.

El nombre de Lasorda estará ligado eternamente a los Dodgers de Los Ángeles. Pero en su carrera, siempre hubo un lugar especial para la pelota dominicana, en donde dirigió a los Leones del Escogido y a los Tigres de Licey, en la primera mitad de la década de los 70. No obstante, fue con el equipo atigrado con quien quedó vinculado por siempre en la LIDOM.

Lasorda jugó en las Grandes Ligas desde 1954 al 1956 pero se retiró en el 1960, y con Dodgers de Los Ángeles comenzó una relación como cazatalentos, hasta llegar a convertirse en coach de tercera base del equipo. En 1976 tomó el puesto de entrenador y en 1981 consiguió su primera Serie Mundial con los Dodgers derrotando a los New York Yankees.

Sin embargo, antes de su primera Serie Mundial, Tommy impuso un estilo tan particular como ganador en el beisbol dominicano. Primero dirigió a los Leones del Escogido en la temporada 1970-71 y luego pasó a comandar a los Tigres de Licey, conquistando dos títulos consecutivos, en las campañas 1972-73 y 1973-74, además de la Serie del Caribe de ese año que se jugó en Caracas, Venezuela.

Amor eterno por Dominicana

Lasorda fue un ganador indiscutido en esa epoca y su registro terminó siendo de 150 victorias y 135 derrotas en su carrera como dirigente en la pelota local, siendo su mejor temporada la del 73-74 con 37 triunfos y 21 reveses.

Pero más allá de su perfil como entrenador y querendón de la pelota de este país, Lasorda sintió un cariño especial por la nación dominicana, a tal punto que visitaba periódicamente el país, visitando continuamente los estadios de beisbol para apreciar la LIDOM.

Lasorda en su etapa con los Tigres de Licey.

Fue tanta la conexión de Lasorda que su apodo de ‘La Mondonga’ le vino como anillo al dedo, al confesar que sentía una predilección especial por el mondongo, un plato típico dominicano que consiste en un guiso preparado a base de la panza de la vaca, y que le gustaba acompañar con tostones, plátano majado frito, o con arroz.

Siempre amable con el aficionado, prensa y entorno del beisbol dominicano, el estadounidense dejó un importante legado en el país luego de su etapa como dirigente en la pelota local, a la que llegó a catalogar como una de las mejores del mundo, ayudando constantemente a grandes valores del beisbol a tener un impacto mayor en las Grandes Ligas.

El nombre de Lasorda incluso está en uno de los premios en el Salón de la Fama del Beisbol Latino, condecorando a aquellas personas no latinas que dejan una huella importante en este deporte. Así de importante fue Tommy para la pelota de habla hispana.

El azúl será su color por siempre

Lasorda se marcha a los 93 años de edad, dejando un registro imponente y con un color: el azúl, un tono que curiosamente aparece en sus amados Dodgers y en sus Tigres de Licey.

El legado de Lasorda en el equipo de Los Ángeles es invaluable, pues no solo los dirigió como manager por 20 temporadas, sino que terminó convirtiéndose en un ícono de la institución , pues en total terminó acumulando 71 años ligados a los Dodgers, siendo jugador, manager, dirigente y asesor especial del presidente del equipo.

Un eterno Dodger: Lasorda hizo de todo en el equipo azul.

Por si eso fuera poco, fue elegido al Salón de la Fama del béisbol en 1997 como manager y llevó a la selección de béisbol de Estados Unidos a conquistar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. Un ganador implacable.