La presencia en público del cónsul general en Miami, Jacobo Fernández, ha sido muy breve y esporádica, como para que la prensa y la gran comunidad criolla se sienta en confianza de conocerlo y tratarlo como merece el cargo que desempeña pagado por los contribuyentes. (Foto: Fuente externa).

El cónsul general en la Florida, ingeniero Jacobo Fernández, cumple siete meses de servicios en ese consulado de la avenida Brickell.

Cónsul general, Jacobo Fernández. (Foto: Fuente externa).

Tal parece que algunos funcionarios en el exterior no acaban de comprender cuál es la función de la prensa con respecto al interés público. Gobiernos van y gobiernos vienen, y la actitud de algunos de ellos –tanto en los consulados como en las embajadas dominicanas– suele ser la de pretender subestimar la capacidad de algunos de los comunicadores y los asuntos que se tratan.

En una carta de réplica a dos reportajes publicados por este medio y el colega Acento.com.do, firmados por la editora Rose Mary Santana, el Consulado reacciona a la nota “¿Periodistas son un peligro para el Consulado dominicano en Miami?”, distorsionando ligeramente la forma y el fondo al reducirlo a “la opinión” de quien redactó la publicación con respecto a algunos aspectos cuestionados de comunicación, logística y servicios que son de interés público en esa legación.

El cónsul general en la Florida, ingeniero Jacobo Fernández, cumple siete meses de servicios en ese consulado de la avenida Brickell. Su presencia pública ha sido esporádica y muy breve, como para que la gran comunidad criolla se sienta en confianza de conocerlo y tratarlo como merece el cargo que desempeña pagado por los contribuyentes, en virtud de los numerosos viajes que suele realizar a la República Dominicana, dando la errónea percepción de que la sede diplomática queda a la deriva.

La queja pública es clara y puntual. Y no es algo personal. La realidad es que en el tiempo que lleva el cónsul general en el cargo, los periodistas locales e internacional en Miami no han tenido la oportunidad de conocerlo oficialmente desde que asumió sus funciones. Que quede claro: la intención no es crear un ambiente álgido en las relaciones con la diáspora, sino que eso pueda mejorar en beneficio de todos.

Resulta comprensible que ante la emergencia sanitaria mundial, debido a la pandemia, la atención cotidiana al público que acude o llama al Consulado Dominicano en Miami, se haya visto afectada por los requisitos protocolares de bioseguridad; incluso, la reducción de personal hasta para atender las llamadas telefónicas de los interesados en sus servicios. Algo muy distinto a la misión esencial encomendada por la Cancillería a las legaciones en el exterior.

Los cuestionamientos planteados por la periodista Rose Mary Santana en sus reportajes, que incluyen entre ellos la ausencia notable del cónsul general Jacobo Fernández en la vida pública local, así como el servicio telefónico deficiente, y el poco personal disponible para atender a interesados y servicios, no son fruto de su opinión; sino, de la queja constante de personas que contactan por alguna razón a ese lugar y se sienten insatisfechas. Ella solo ha sido un agente catalizador para hacer llegar esas inquietudes a quienes tienen el deber y la responsabilidad de ofrecer un mejor servicio general a la diáspora.

El presidente Luis Abinader ha reiterado que la prensa debe ser garante de la transparencia en las funciones públicas y que no se debe escatimar esfuerzo alguno para responder a las inquietudes de interés público planteadas por los medios de comunicación de manera responsable. Asumimos que el canciller, Roberto Álvarez, también comparte ideas similares.

Por ello, resulta del todo extraño que el Consulado General de la República Dominicana en Miami, en su buena fe y al igual como ha ocurrido otras veces, algún funcionario “tome los rábanos por las hojas”, y pretenda cuestionar la integridad de una periodista verdadera y responsable, apuntando a lo personal y evadiendo su misión de servicio público impecable y transparente. Pulcritud en el servicio. Es lo menos que se puede exigir. Y lo menos que se puede esperar…