Rodolfo R. Pou (1/2)
En la vida, querer pertenecer no es tan importante como el ser aceptado. Hace tres años, en el Primer Volumen de Diáspora y Desarrollo, presentamos un escrito que llevaba como título: Los Dominicanos y Los Demócratas. En él fijábamos la historia de la diáspora dominicana en los Estados Unidos con ese partido político, haciendo énfasis en los más importantes aspectos de la relación. Desde afrontar el sentimiento de disgusto, producto de las invasiones a República Dominicana por administraciones demócratas en el ’16 y el ’65, hasta el acercamiento del Partido Revolucionario Dominicano -PRD. Y por igual, el cómo las partes han logrado coexistir, superando las disparidades de la organización con la cultura paternalista, tradicional y a veces clasista de los dominicanos. Si algo salió de ese escrito, es el hecho de que los dominicanos pueden estar dispuestos a guardar ciertos orgullos y valores culturales, si el propósito de causas mayores lo presenta un país que lo acoge estimándolo más allá de sus riquezas o carencias.
Desde entonces, la gran mayoría de los dominicanos residentes en Estados Unidos, se identifican con el partido azul, de plataforma liberal, progresista e incluyente. Y fijamos que la gran mayoría, porque ninguna población es políticamente monolítica. Ni la cubana, ni la mexicana, ni la puertorriqueña. Incluso, tampoco la nuestra. Y a pesar de que me identifico con los valores y la línea política demócrata, en realidad guardo cierta postura conservadora y pensamiento independiente.
No obstante, así como escribí aquel trabajo sobre los dominicanos y los demócratas, para ser justo y darle luz a la gama política de los dominicanos en el exterior, también debía tallar este, sobre el otro lado de la moneda partidista. Y al hacerlo, ser lo más imparcial posible.
Diferentes antes. Diferentes ahora. Los partidos Republicano y Demócrata que rigen la política de los Estados Unidos de hoy, son centros de intereses, compuestos por estructuras centenarias, que con el tiempo han pasado de un lado del espectro ideológico, al otro. Por ejemplo, el Partido Demócrata de hoy, en nada guarda referencia con el que fundara Tomás Jefferson como Democratic-Republican Party y que luego se fragmentara al Democratic Party que conocemos hoy. Ese quiebre llegaría en 1828, con la presentación de la candidatura presidencial de quien luego llegara a la Casa Blanca, Andrew Jackson.
El Partido Republicano no surge de esa fragmentación. La organización de hoy es la evolución del Partido Whig, y que se formara en 1834 para oponerse a la «tiranía» del presidente Andrew Jackson, quien se había mostrado incapaz de hacer frente a la crisis nacional sobre la esclavitud.
Para 1854, los Whigs antiesclavistas habían comenzado a reunirse en los estados del medio oeste superior para discutir la formación de un nuevo partido. De ahí surge el Partido Republicano conocido aun como el G.O.P. “Gran Partido Viejo” (por sus siglas en ingles Grand Old Party). A manera de visión y valores políticos, al partido de Abraham Lincoln, solo le queda el nombre.
Ambas estructuras se encuentran hoy, ideológicamente opuestas a donde se hallaban en su momento de origen político y electoral.
Pensar que figuras como el progresista presidente Teodoro Roosevelt o el activista de derechos civiles Martin Luther King pudiesen ser republicanos, nos tomaría de sorpresa. ¿Pero qué me dice sobre el religiosamente conservador expresidente demócrata de inicio de siglo Woodrow Wilson? O quienes hasta ayer fueran la cara del Partido Republicano, el expresidente Ronald Reagan, que en sus estrenos políticos fuera demócrata. Definitivamente, estas organizaciones no guardan los valores que dieron causa a su creación.
Fijo estas disparidades para entender que los partidos políticos en los Estados Unidos siempre han sido estructuras cambiantes, con líneas de pensamientos acordes a valores que están más atados a intereses que a la ideología sobre lo cual se fundaran.
El Partido de hoy.
Hoy la plataforma del Partido Republicano de los Estados Unidos es de carácter derechista y se basa generalmente en el conservadurismo estadounidense, en contraste con el liberalismo moderno del Partido Demócrata. Aunque sus posiciones han evolucionado con el tiempo, en la actualidad, el conservadurismo fiscal del partido fija un notable apoyo a impuestos bajos, capitalismo dictado sobre el libre mercado, desregulación de corporaciones y restricciones a la creación de sindicatos.
El conservadurismo social del partido se define mayormente por el apoyo a los derechos de armas y otros valores tradicionales sobre una base cristiana y un arraigado énfasis en restringir el aborto. En política exterior, los republicanos suelen favorecer un mayor gasto militar y acciones unilaterales. Otras posiciones incluyen restricciones a la inmigración, oposición a la legalización de drogas y apoyo a la elección individual sobre que escuela asistir.
Entender esa descripción es prácticamente definir tres cuarta partes de los valores políticos y sociales de muchas naciones latinoamericanas. Sin embargo, los elementos de sindicatos laborales, la inmigración y la percepción de una actitud excluyente hacia minorías, ha sido suficiente para mantener a muchos hispanos residentes en Estados unidos, alejado de las filas republicanas. Incluyendo a los dominicanos.
El desbalance.
Según nos indica un reciente estudio del Pew Center, “los hispanos ciudadanos de los Estados Unidos y registrados para votar, se afilian al Partido Demócrata sobre el Partido Republicano por un margen de más de dos a uno”. Poco más de seis de cada diez votantes hispanos (62%) se identifican o se inclinan por el Partido Demócrata, en comparación con el 27% que se identifica o se inclina por el Partido Republicano.
Las comunidades latinoamericanas residentes en Estados Unidos cuya mayoría de miembros se identifican como republicanos, guardan un común denominador. Estas son procedentes de países que están bajo autoridad socialista o dictadura de izquierda. Naciones que presentan inseguridad económica y democrática.
Dígase, los cubanos, los venezolanos, los nicaragüenses y más recientemente los bolivianos, argentinos y ecuatorianos. Y para asegurar esa simpatía, en las contiendas y discursos políticos de los republicanos, en las últimas décadas, pero con mayor énfasis en los último diez años, al Partido Demócrata se le refiere como “la izquierda”. Inicialmente los analistas la definían así, como abreviatura de su línea de pensamiento liberal, pero desde la elección de Bill Clinton, el mote guarda una aterrorizante insinuación socialista, la cual los republicanos cada vez más han estado utilizando como adjetivo pavoroso, a la hora de contar con el voto hispano.