Las elecciones, una de las más tranquilas de la historia política reciente en el país pese a la pandemia, ratifica la vocación democrática del pueblo dominicano.

Y es que más que unos comicios insólitos, se diría que el 5 de julio se realizó un referendo sobre los casi 20 años del PLD en el poder en la República Dominicana.

La victoria electoral de Luis Abinader, candidato del Partido Revolucionario Moderno, PRM y aliados, en los comicios inéditos presidenciales y congresuales del domingo en la República Dominicana, confirma una vez más que la voluntad popular cuando decide cambiar, sin cortapisas ni trabas, se impone.

Los electores, acostumbrados a votar en democracia por más de medio siglo y más allá de la necesidad del cambio, –principal lema del partido opositor–, desafiaron todos los pronósticos de una maquinaria político partidista como la del Partido de la Liberación Dominicana, PLD, –dividido y fracturado a lo interno—para expresar su decisión.

Las elecciones, una de las más tranquilas de la historia política reciente en el país pese a la pandemia, ratifica la vocación democrática del pueblo dominicano y su férrea inclinación de modificar el rumbo de la cosa pública cuando un partido político pretende erigirse por encima de la sensatez y más allá de su tiempo natural.

La consulta electoral, esperada con ansiedad por los votantes y con alta participación, refleja algunos aspectos que merecen señalarse. Primero, el reclamo permanente de la clase media para que se pusiera freno a la corrupción y a la inseguridad pública, el rechazo al continuismo, la reelección, endeudamiento y el clientelismo como prácticas políticas de un partido del siglo XIX en el siglo XXI.

Y es que más que unos comicios insólitos, se diría que el 5 de julio se realizó un referendo sobre los casi 20 años del PLD en el poder. La democracia imperfecta que disfruta el país ha dado a un nuevo partido opositor, con ideas y caras nuevas, la oportunidad de hacer de la política el arte de lo posible, abriendo surcos al anhelo de una mayoría nominal.

Ello no implica que todo haya sido miel sobre hojuela. Lo cierto es que la clase media impuso su voluntad de cambiar, cansada de tanta inconsecuencia contraria a sus intereses, mientras que los sectores sociales pobres han perdido de cierta manera lo que ha sido una política de preferencia oficial por conveniencia.

El discurso de la victoria de Luis Abinader, la noche del domingo, donde insta a un gobierno de unidad nacional, sumado a su programa de gobierno posible de cara a las realidades y desafíos que tiene la nación al presente y el futuro inmediato, requiere la atención de todos. De ahí su énfasis conciliador de realizar un gobierno de todos los dominicanos y no de una facción política.

En el Palacio Nacional habita un maleficio para todo el que llega allí, y hay que exorcizarlo. El pueblo ha dado una oportunidad al PRM y una lección al PLD. Los retos actuales son enormes para el país, y el momento requiere voluntad nacional para la toma de decisiones y soluciones difíciles.

El PRM tiene su oportunidad. Habría que ver si el pueblo que votó por él, y soñó tanto por el cambio, está dispuesto a acompañarlo en la travesía. No se trató de un cheque en blanco. Sino de un voto de castigo a quienes no supieron interpretar la esencia del momento desde la perspectiva de la experiencia y la realidad política.