Por Rodolfo R. Pou
En el marco del cierre de la temporada de béisbol de Grandes Ligas y la culminación del proceso electoral en los Estados Unidos, el exalcalde de Miami, periodista, Tomás Regalado y yo, sostuvimos una conversación sobre la notoria e inusual participación de los dominicanos que residen en el Sur de la Florida en las elecciones. Le aseguré que, en lo adelante, nuestra comunidad sería una más activa en los procesos.
Los dominicanos ya estaban aquí para quedarse, a diferencia de lo que durante décadas se pensaba. Cada vez más, estamos entendiendo nuestro rol local y como la participación era determinante para el bienestar personal, profesional e incluso, el de nuestra nación de origen.
En el intercambio fui recordado, además, de lo importante que es para nuestra gente, “la política y la pelota”. Me lo transmitió desde su perspectiva de inmigrante cubano y fanático además del béisbol por su naturaleza caribeña, y a partir de su activismo político en la comunidad latina del Estado del Sol. Aprovechó la plática para resaltar igualmente, como esas dos contiendas son una especie de pasatiempo para los dominicanos. La política y la pelota.
Utilizando reiteradamente esos exactos términos, resaltó la peculiaridad. Le fijé que, aunque cultural, ambos pasatiempos abrazan nuestras pasiones, esperanzas, valores y acciones. No me quedó otra opción que no fuera coincidir con él. El asunto es que, para los dominicanos ambas disciplinas son vistas como entretenimientos deportivos, le comenté. Uno de ellos requiere de gran energía, entrenamiento, disciplina, sacrificio, estrategia, pericia y trabajo en equipo y el otro es béisbol.
Continuando el intercambio el pasado funcionario a la par me resaltó la rara exclusividad que tenemos de poder votar en los procesos de ambas naciones. “Así es”, le respondí. “Una para donde habita el cuerpo y la otra para donde guarda el alma.” Algo con lo que él también se identificaba, a pesar de no poder gozar del privilegio. Aunque esa prioridad no es exclusiva a nosotros, hay otros países latinoamericanos que también permiten que sus nacionales expatriados puedan ejercer el voto desde aguas extranjeras. Ahora, ¿el estar tan involucrados como la diáspora dominicana?, dudo mucho que otras comunidades lo estén.
Esa particularidad, de ser fanático del béisbol y de la política de dos naciones, trae luz al dimorfismo en el que viven los dominicanos en el exterior, cuando se refiere a estos temas. Nosotros los de fuera que además simpatizamos por la pelota criolla, sentimos pasión solo y exclusivamente a favor de uno de los equipos de República Dominicana. Si no es que somos aguiluchos desde chiquitos, es que somos enfermos con el glorioso Licey y su hazaña de haber ganado equis cantidad de Series del Caribe. Para los fieles de las otras cuadras, el Escogido, los Toros o las Estrellas, estos también tienen su grito de orgullo y lealtad, a pesar de estar a miles de kilómetros de su estadio natal. La tradición siempre se impone. Y una vez identificado tu equipo jamás te cambias.
A ninguno de nosotros se nos ocurriría ser fan de dos conjuntos de béisbol en República Dominicana, sin embargo, en cuanto a los equipos de Grandes Ligas, los que vivimos aquí, en Estados Unidos, aunque omitiendo a los que residen en New York o Boston, el resto, somos todos “piratas”. Y no me refiero al equipo. Utilizo el término de manera jocosa. Y me adelanto, porque no quiero elevar ronchas con el mismo. Los que viven en Florida, por ejemplo, con todo y tener un equipo que ha ganado campeonatos, como los Miami Marlins o el de Tampa, que siempre está echando el pleito, su fanaticada dominicana, se presta para celebrar triunfos de otros equipos, que territorialmente ni cerca se encuentran a la demarcación en la que viven.
Puede que lo hagan por alguna experiencia infantil o inducción de su Papá, pero en la mayoría de los casos, los que vivimos fuera, pujamos por equipos que muestran buen talento dominicano, antes que por uno que pudiera representarnos regionalmente. Sé que en la isla puede que hagan lo mismo, el animar por más de un equipo de Grandes Ligas, pero lo particular es que, ellos no viven aquí. En lo que se refieren a los fans de las Grandes Ligas aquí en la diáspora, la mayoría no puede negar ser ‘pirata’. Si radican en Atlanta, bien pueden estar pujando por San Diego o Cleveland y los que viven en Filadelfia, animar por los Dodgers o los Azulejos. Si no vives en los Estados del nordeste, en verdad, no tienes banderín.
Algo parecido sucede con nuestra otra pasión, la política. Pero desde la perspectiva ideológica. Poniendo a un lado las recientes rupturas partidarias en la República Dominicana, en las últimas décadas, los dominicanos que viven en Estado Unidos bien han simpatizado por uno que otro de los Partidos tradicionales de la Patria. Y aunque sus apegos nacieron del culto a las personalidades que los han dirigido, lo cierto es que las corrientes de pensamientos se han adaptado a la de esos líderes, y por ende a esas estructuras políticas. Ya fuese por los coloraos Reformistas, los blancos Perredeísta, los morados Peledeístas o en años recientes, los blanco y azul Perremeístas, el dominicano de la isla ha sido fiel, tanto a su equipo político como al deportivo.
No obstante, y acorde a simpatías en línea con los pensamientos políticos de los líderes de esas facciones, como cité, los dominicanos se han definido con ser identificados como parte de los conservadores herederos del Balaguerismo, los socialdemócratas herederos de Peña, los centroizquierdistas liberales de Bosch o los populistas del nuevo partido opositor, que aun busca ideología más allá de ser tan solo oposición.
¿Pero qué sucede cuando los dominicanos del exterior se ven participando en política en los Estados Unidos? ¿Con quién participan? ¿Son ‘piratas’, como sucede con el béisbol? La realidad es que, por una relación histórica, la mayoría de los dominicanos que residen en los Estados Unidos, siempre se han identificado con el Partido Demócrata. Sin embargo, en la era post Clinton, la cosa parece haber cambiado un tanto. Puede que las malas lenguas sobre las acciones de su Fundación o las teorías de conspiración de unificación de la isla La Española a una sola nación, hayan motivado a que algunos dominicanos se sientan defraudados por los demócratas.
No obstante, ese nuevo segmento que ahora se declara independiente o seguidores de los Republicanos, no es mucho, pero suficiente para que públicamente se eliminara el concepto de que los dominicanos son todos demócratas. Y reitero, no es que sea significativo el porcentaje que se identifica con los conservadores Republicanos, sino es que es necesario citar que ese segmento ya existe. Aunque sea menor a un 15%.
¿Ahora, donde está el concepto ‘pirata’ si se quiere, en todo esto? Pues fácil. El hecho es que en lo político hay argumentos encontrados. Aunque en su mayoría, los simpatizantes políticos se alinean con las tendencias ideológicas de sus partidos en la Patria, no se escapa el hecho de que
una importante mayoría se contradice. Es de conocimiento abierto que personas que a pesar de que simpatizan por el PLD y sus políticas de centro-izquierda y economía social de mercado, o con el PRD o el BIS y sus lineamientos Socialdemócratas, cuando sus simpatías son consultadas sobre la política estadounidense, estas se ven contradictoriamente identificadas con las posturas y políticas conservadoras del Partido Republicano y sus candidatos.
Pero no son solo los neo-liberales congeniando con los conservadores. También es al revés. Hay compatriotas simpatizantes del nacionalismo y conservadurismo de Balaguer, los Wessins o los Castillos, que aquí en Estados Unidos, sienten fuertes inclinaciones por los ideales liberales de los demócratas. Esos que quieren un muro entre Haití y República Dominicana, pero se oponen a uno en la frontera americana con México. O se oponen a cierres migratorios y peyorativos hacia América, pero insiste en que en República Dominicana hay que sacar a todos esos haitianos, venezolanos y demás.
La diáspora goza de un beneficio particular que bien le permite guardar simpatías contradictorias, en cualquiera de sus pasiones. Tanto en el béisbol como en la política, las leyes de verdad objetiva son solo eso. Y aunque pueda reflejarse objetivamente, la realidad que existe como verdad, independientemente solo puede guardarla la persona. Por ello es por lo que desde que una persona es capaz de ceder la ideología por la del culto a la personalidad, pasa de ser hombre como sujeto de conocimiento, a ser uno espiritualmente real. Es nuestra naturaleza.
Aunque nuestra independencia es una que se avecina a dos siglos, desde el surgimiento de la nación, siempre hemos visto los avances de ella, exclusivamente a través de las figuras que han asumido el liderazgo del momento, no de sus instituciones. Sin embargo, a pesar de la pasión que podamos sentir por un político, para los dominicanos de la diáspora y la isla, las instituciones del béisbol nacional son el estandarte y las más fuertes del país. La mayoría de los dominicanos sienten mayor admiración y confianza por su equipo natal, que por nuestros partidos políticos en la isla. Aunque cada otoño, esperen con regocijo por refuerzos.