De los 5.000 casos de contrainteligencia actualmente en curso en EEUU, casi la mitad están relacionados de algún modo con China
Por Daniel Castropé*
MIAMI.- Cada vez que transcurre el intervalo de diez horas, el Buró Federal de Investigaciones de EEUU (FBI) abre un nuevo caso de contrainteligencia asociado con China, según lo ha revelado el director de ese cuerpo de inteligencia, Christopher Wray.
Pero si aún esa cifra no pareciera significativa, de los casi 5.000 casos de contrainteligencia actualmente en curso en Estados Unidos, al menos la mitad guarda relación con el gigante asiático.
No constituye un secreto los esfuerzos de China por imponer su poderío, sólo que para lograrlo la potencia socialista con desarrollo de mercado capitalista tiene en frente un obstáculo: Estados Unidos, que le lleva de ventaja al rival político una sociedad democrática, amparada en libertades individuales, contrario al sistema dictatorial con ropaje de crecimiento comercial que identifica a la nación más poblada del planeta.
Sigilosamente, el Partido Comunista chino se ha infiltrado en la vida de la nación que ve como un duro adversario a vencer, evitando a toda costa la confrontación militar directa, pero apelando, en cambio, a estrategias más sutiles en campos como la tecnología, educación, política, comunicaciones y otros. El espionaje ha sido una de las armas más utilizadas.
Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha supuesto para Pekín una piedra en el zapato. Quien hoy conduce los destinos de Estados Unidos asegura conocer “muy bien” las intenciones de China.
Los más cercanos funcionarios del entorno del Presidente se han dedicado a la tarea de poner en relieve el riesgo que representa China no solo para los Estados Unidos, sino para la estabilidad mundial.
Presionar por un cambio
El secretario de Estado, Mike Pompeo, compara el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y China como una batalla entre el “mundo libre y la tiranía”, y pide una alianza internacional para presionar a Pekín.
Pompeo advierte que Washington debe rechazar el “compromiso ciego” con Pekín y empoderar al pueblo chino contra el gobernante Partido Comunista.
“Los comunistas casi siempre mienten”, dice Pompeo. “La mayor mentira que dicen es pensar que hablan por 1.400 millones de personas que son vigiladas, oprimidas y tienen miedo de hablar”.
Estas declaraciones recientes de Pompeo se producen en momentos en que las relaciones entre los dos países experimentan un fuerte declive.
“Si el mundo libre no cambia a la China comunista, [seguramente] nos cambiará a nosotros”, advirtió Pompeo.
Un partido marxista-leninista
En tanto, Robert O’Brien, asesor de Seguridad Nacional del presidente Trump, compara al presidente chino, Xi Jinping, con el dictador soviético Josef Stalin, en un discurso en el que critica a China por lo que describe como un “papel malévolo” de ese país en los asuntos mundiales.
O’Brien define: “El partido comunista chino es marxista-leninista. El secretario general del partido, Xi Jinping, se ve a sí mismo como el sucesor de Josef Stalin”.
El consejero critica a los dos principales partidos políticos estadounidenses (republicano y demócrata) por subestimar la amenaza de China durante décadas y no ver que el Gobierno chino tiene el objetivo de “rehacer el mundo” a su imagen.
En su opinión, los formuladores de políticas estadounidenses se equivocaron al suponer que a medida que China se desarrollara económicamente, eventualmente se “democratizaría y buscaría la liberalización”, una teoría similar a la impulsada por el expresidente Barack Obama para impulsar el acercamiento EEEE-Cuba.
En cambio, argumenta O’Brien, ocurrió lo contrario: “China solo se ha vuelto más comprometida con su ideología comunista”.
Espionaje y robo
El director del FBI, Christopher Wray, cree que los actos de espionaje y robo por parte del Gobierno de China representan la “mayor amenaza a largo plazo” para el futuro de los Estados Unidos y el mundo.
Wray tiene un concepto claro y al mismo tiempo contundente: “China está comprometida en un esfuerzo de todo el estado para convertirse en la única superpotencia del mundo por cualquier medio necesario”.
Una imagen, una falacia
En las dos últimas décadas, China se ha convertido en uno de los principales prestamistas mundiales, al tiempo que el régimen comunista intensifica sus esfuerzos para ejecutar operaciones de influencia política extranjera, suprimir movimientos disidentes, acopiar información de inteligencia y lograr la transferencia de tecnología de otros países.
La aparición del COVID-19 en su territorio y sus aparentes esfuerzos por destacarse como líder mundial en la lucha contra la pandemia hacen que China figure como víctima y, en paralelo, como victimario del mundo, aunque con el envío de un montón de expertos médicos y suministros como mascarillas y respiradores a países que los necesitaban desesperadamente, se proponen proyectar un rostro amigo.
La Ley TAIPEI, de origen bipartidista, firmada en marzo pasado por el presidente Trump busca reducir los ‘compromisos económicos, de seguridad y diplomáticos con las naciones que toman medidas serias o significativas para socavar a Taiwán”.
China y los países que apuntan en dirección contraria a esa legislación ya tienen un rótulo en la frente.
Daniel Castropé* Reconocido intelectual, periodista, analista y prestigioso editor en el Diario Las Américas con una trayectoria que le ha hecho merecedor de reconocimientos no solo en su natal Colombia, sino también en otros países de América Latina, donde ha realizado coberturas en elecciones presidenciales, al igual que en Miami, además de temas de relevancia para el desarrollo de la región.