Conversaciones con la Diáspora (3-4)
Por Rodolfo R. Pou
Pero un cambio de escenario, le otorga la oportunidad de revaloración que ella necesitaba. Para aquellos que estudiaron en escuelas públicas en las décadas de los 70s y 80s, recordarán lo difícil que era lograr cambiar de escuela.
Nalby lograría pasar de ese espacio tétrico y desestimulante de Washington Heights, a uno de menor valoración en el Bronx, pero uno donde encontraría la motivación que requería la joven inmigrante. “Y allí”, me dice, “I started to feel the love”. Es increíble lo que una sonrisa tierna, y un reforzamiento verbal hace para un adolescente. Me reitera. “I felt the love.”
Aun sin saber bien el inglés, se sorprende de cómo pasaba de materias y de curso, lo que le permitiría años más tarde, a pesar de aun sentirse insegura, con mucho esfuerzo y suerte, ser aceptada en un College de Nueva York.
Pero las lagunas, las inseguridades y las fallas, aún seguían en ella. La corriente parecía estar en contra de su navegación. La brisa parecía soplar para atrasarla. Y lamentablemente esa experiencia educativa dura poco. Nalby se encuentra desorientada. Y de ser estudiante superior, pasa a ser empleada de una tintorería.
Una especie de desahogo intelectual y alivio del torniquete en el que la nación de las oportunidades, le había puesto. Liberada, y aunque en el fondo, se topa con la paz que necesita para reencontrarse. Y es allí, donde logra practicar y desenvolverse en inglés. Con su carisma natural y disposición inquieta, se gana el cariño de sus supervisores y de la clientela. Y de ellos, sin esperarlo, comienza a recibir el estímulo y la motivación para que vuelva al aula.
Con el tiempo, comienza a creerlo. Lo medita. Lo planifica. Y finalmente se lo propone. Y es así como entonces, la niña chispa del Abanico de Herrera, enfrenta su porvenir de la única forma que sabe. Con una paradoja. ¿Que pudiera hacer una persona que no se siente a plenitud en un idioma ajeno al suyo? -Respuesta: Enfrentando la situación de la forma más peculiar posible.
En aquel momento, toma el consejo de los clientes, somete aplicación y supera las pruebas requeridas para entrar a Monroe College, reiniciando así, su carrera superior nueva vez. Pero ahora especializándose en un tercer idioma. COBOL. -(un lenguaje de programación en informática compilado e diseñado para uso comercial y de negocios)
La computadora se convertiría en su sueño y dominarla, su pasión. Entre los teclados y las pantallas ámbar, “I felt I fit in”. Ahora sus noches les pertenecían a las aulas de ese centro educativo, y durante el día, a las mesas del restaurant de la Torre Rockefeller Center, donde servía de mesera a los grandes ejecutivos de NBC-Universal que descendían al piso bajo a desayunar y almorzar.
En aquel seudo sótano, también conocería al amor de su vida. Y lo supo desde que lo vio. Un graduado de Penn State, que a pesar de ya haberse liberado de noches de libros, transitaba por este lugar, en lo que la oportunidad de empleo para lo que estudió, se presentara.
Durante años siguió allí, sirviendo mesas. Apoyando inicialmente a su novio, para luego este retornarle el cariño, apoyándola ahora como su marido, a graduarse. Para entonces ya tendría 30. Una edad que muchos guardan para especialidad, maestrías y doctorados. No obstante, para ella, la edad no era el factor.
La superación y el campo abierto lo era todo. Nalby ya había encontrado su voz. Y lo había hecho, no solo en su idioma original o en aquel otro que la vida en América le obligó. Ella encontró su voz en un tercer lenguaje. Uno propio de un grupo pequeño de gente brillante.
Tengo estas conversaciones, porque quiero que otros como ella, puedan visualizarse en su historia. Una de sacrificio, de oportunidad, de valores y de empeño. Nalby ha logrado los sueños de su Papá y aquellos de su Mamá también. Ha tenido una carrera exitosa. Y una familia compuesta de tres críos, un perfecto esposo y una familia ampliada de seres que la quieren y la admiran………Continuará.