Pero en medio de toda la confianza y el optimismo que crea el Gobierno del cambio, los ruidos de marzo persisten en distraer la atención del jefe de Estado y su gabinete en los múltiples esfuerzos que realizan para llevar y mantener la estabilidad y la confianza necesarias ante la opinión pública.
Por Jesús Rojas
El presidente Luis Abinader, quien cumple siete meses en el poder, enfrenta en lo que va de marzo una serie de retos generados por factores que para bien o para mal están fuera de su alcance. Y es que este mes, con su suerte de sobresaltos y sorpresas, no deja de transcurrir sin hacerse sentir y poner a prueba la capacidad, sagacidad y optimismo de su gestión pública.
Su administración dedica todos sus esfuerzos para fomentar la generación de empleos en el sector privado, apuntalado por la Asociación Público-Privada o APP, lo que atrae la confianza de los inversionistas nacionales e internacionales, así como el fomento de una justicia independiente.
A ello se suma la campaña de vacunación nacional, en medio de la telaraña del mercado de vacunas y la inversión cuantiosa para adquirirlas, a fin de contener la pandemia que ha alterado casi en su totalidad todos los aspectos de la vida económica, política, social, educativa y de salud pública.
Pero en medio de toda la confianza y el optimismo que crea el Gobierno del cambio, los ruidos de marzo persisten en distraer la atención del jefe de Estado y su gabinete en los múltiples esfuerzos que realizan para llevar y mantener la estabilidad y la confianza necesarias ante la opinión pública.
Entre los ruidos internos y externos que insisten en opacar los esfuerzos y ejecutorias del Poder Ejecutivo, se encuentran la demanda de empleos de las bases del PRM que, con justa razón, reclaman su cuota del erario público, como le fue prometido durante la campaña política; a lo que se añade la percepción de improvisación que se refleja en las decisiones que se toman.
Además, las voces y acciones altisonantes de algunos ministros de Gobierno respecto a aspectos de la política pública oficial, como es el caso de Josefa Castillo, así como acciones de índole ética y moral cuestionables, reflejadas en el caso del suspendido director del Instituto Agrario Dominicano, IAD, Leonardo Faña, así como las diferencias de criterios entre responsables de política pública en el Palacio Nacional, y ni mencionar las andanadas de la oposición política, en particular el PLD.
También la inversión cuantiosa que se ha hecho en el sector estratégico de la economía que es el Turismo, uno de los más afectados por la pandemia mundial, cuyos ingresos a las arcas públicas han disminuido de manera sin precedentes y su recuperación continúa cuesta arriba.
Y por último y no menos relevantes, el incremento en los precios de artículos de primera necesidad y los combustibles, atribuidos a alzas en los precios internacionales del petróleo; como también la presencia en ministerios claves del Gobierno de miles de empleados peledeístas de la pasada administración de Danilo Medina, cuya lealtad al PRM dista mucho de fiarse al gabinete de Abinader.
El otro ruido más reciente, es el de las feministas y defensores del aborto que reclaman incluir las tres causales en el nuevo Código Procesal Penal, asunto que ha polarizado la opinión pública y las iglesias, y que quizás se resolvería en el Tribunal Constitucional o en un Referéndum futuro.
De manera que el Presidente enfrenta a mediados de marzo un cuadro delicado y decisivo en función de las medidas que adopte para hilar fino, navegar seguro y salir airoso de una crisis sin precedentes, agudizada quizás por factores internos y externos.
De su habilidad, visión y el apoyo de todos depende que esta coyuntura nacional pueda ser superada por el bien de la nación, pese a la pandemia, los ruidos o los idus de marzo.