Parroquia de Jesús del Monte en La Habana, Cuba. Crédito: Ayuda a la Iglesia Necesitada. (Foto: Fuente externa).

La emblemática iglesia de la Orden de los Mercedarios sigue en estado deplorable en la capital cubana.

La Habana, Cuba–(ACI-Prensa)–Sacerdotes de la Orden de los Mercedarios dijeron a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) que su misión en La Habana (Cuba) podría terminar si no logran superar pronto la grave crisis económica que afrontan, y que se agudizó por los daños que sufrieron el templo y la casa parroquial donde residen tras el devastador tornado que azotó la ciudad el año pasado.

El 27 de enero de 2019 un tornado que duró 16 minutos y presentó vientos de más de 300 kilómetros por hora, arrasó 20 kilómetros de largo y medio de ancho de La Habana. El fenómeno dejó cuatro fallecidos y múltiples destrozos en varias edificaciones, entre estas la parroquia de Jesús del Monte a cargo de cinco sacerdotes misioneros mercedarios.

La iglesia, ubicada en la loma Jesús del Monte, es un “lugar emblemático” para La Habana “por haber sido testigo de sublevaciones y de la defensa heroica de la ciudad ante invasiones extranjeras”, señaló ACN. Además, es patrimonio local por ser el primer templo construido “fuera de los muros” de la ciudad.

El P. Rodolfo Rojas, sacerdote de la Orden Mercedaria, dijo a ACN que la iglesia aún conserva “registros bautismales de 1689” y que “todo aquí gira alrededor del templo”. Explicó que los vecinos del barrio Diez de Octubre acostumbran ir a la parroquia para desarrollar sus actividades culturales y los niños de la zona suelen visitarla para jugar.

Por su parte, el P. Gabriel Ávila Luna señaló a ACN que si bien es común que se produzcan huracanes en La Habana, nunca en 500 años ha ocurrido un fenómeno tan devastador en la ciudad al punto de poner sus vidas en peligro de muerte.

“Parecía un bombardeo, sonaban como disparos y realmente pensamos que íbamos a morir”, señaló el P. Rodolfo Rojas a ACN.

Según recuerda el P. Ávila, supervisor de la comunidad, cuando ocurrió el siniestro aún eran solo tres sacerdotes los que vivían en la casa parroquial, los otros dos se sumaron a la misión posteriormente.

«Esa noche estaba yo con fray Rodolfo, pues el otro fraile estaba fuera. Creo que fue providencial que no estuviera porque su habitación fue la más afectada”, dijo.

La casa donde viven los frailes sufrió destrozos en ventanas y puertas, y el daño fue tan terrible que “todavía hay trozos de tejas de las casas vecinas incrustadas en las paredes del templo y del convento”. Además, algunos pisos se están hundiendo y en la época de lluvia se filtra el agua por todas partes, señaló el P. Ávila.

“La iglesia y la casa parroquial siguen en un estado deplorable y su deterioro es cada vez mayor”, lamentó el sacerdote. Los domingos reunimos a los fieles fuera del templo, pero “en épocas de lluvias eso no es posible”, por eso es extremadamente urgente repararla, afirmó.

Frente a ello, ACN se comprometió a restaurar el templo en los próximos meses. Según informa Eduardo Andrés, encargado del proyecto de reconstrucción, “el techo colonial de madera y las paredes de mampuesto sufrieron daños irreparables y casi todos los bancos, estatuas y otros objetos fueron destruidos o desaparecieron por la fuerza del viento que abrió el gran portón de la entrada principal.”

Asimismo, “la cruz de hierro ubicada sobre el campanario fue arrancada de cuajo y cayó como un proyectil sobre la parte del templo ubicada cerca al coro, lo que dejó un boquete inmenso”, dijo.

El huracán no solo ocasionó perjuicios materiales, sino que provocó que los vecinos, incluidos los sacerdotes, vivan con miedo de “que pueda repetirse algo así”, especialmente, en la época de ciclones y huracanes en El Caribe.

El P. Ávila no solo siente miedo de esto, sino que a sus 29 años se encuentra muy preocupado, pues como superior de su comunidad en Cuba no sabe cómo solventar los otros problemas que tienen y teme que la crisis económica que viven afecte la permanencia de su misión en Cuba.

“Al no tener economía tendríamos que emigrar a México […]. Si no pasa un milagro tendríamos que abandonar Cuba. Sería una gran tristeza porque creo que por nuestro carisma redentor nuestra presencia es necesaria para los habitantes de aquí. Sería tristísimo tener que partir de nuevo, pero no sé cómo hacer para evitar el cierre de esta gran misión”, concluyó.