- El famoso jardinero derecho sentía pasión por su familia, por ayudar a los demás y por su herencia puertorriqueña.
- Su carrera de 18 temporadas, exaltada después de su muerte al Salón de la Fama, produjo docenas de récords.
Miami, Florida–Roberto Enrique Clemente Walker, más conocido como Roberto Clemente, fue un extraordinario jugador de béisbol, pero fue su pasión por ayudar a los desfavorecidos y marginados, junto con su amor por la familia y por su herencia es por lo que más se le recuerda hoy, 49 años después de su trágica partida a bordo de un avión de carga en aguas del océano Atlántico frente al Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín.
El pelotero y caballero excepcional del Béisbol de las Grandes Ligas del siglo pasado, fue objeto de un homenaje póstumo el pasado sábado 23 de agosto por parte de la fundación que lleva su nombre en Carolina, Puerto Rico, y patrocinado por la Asociación Americana de Personas Retiradas, AARP.
En la actividad, difundida por una plataforma virtual, participaron varias personalidades deportivas, entre ellas la leyenda del béisbol, Orlando “Peruchín” Cepeda, entre otras, las cuales rememoraron las cualidades y méritos que hicieron de Roberto Clemente un referente de su época y un hijo predilecto del deporte rey. Tanto así, que son numerosas las escuelas y parques públicos que llevan su hombre en todo los Estados Unidos y Puerto Rico.
La primera superestrella hispana de las Grandes Ligas falleció el 31 de diciembre de 1972, víspera del Año Nuevo en camino a ayudar a las víctimas de un terremoto de Nicaragua. Clemente, de 38 años, exreservista del Cuerpo de Infantería de la Marina de Estados Unidos, era muy conocido por su compasión y sus obras de caridad. Estaba transportando suministros cuando el avión en el que viajaban él y otras tres personas se estrelló en el océano frente a su Puerto Rico natal.
“La compasión de mi padre por los demás era innata. Era lo que lo definía como ser humano”, dice su hijo, Roberto Clement, Jr. “Era empático desde niño. En sexto grado, organizó una colecta para arreglar una cerca en la escuela”.
Al jardinero derecho de los Piratas de Pittsburgh se le idolatraba en el campo de béisbol, especialmente en Puerto Rico, que seguía siendo su hogar y el de su esposa, la recordada Vera Cristina Zavala, y sus tres hijos. Su carrera de 18 temporadas, exaltada después de su muerte al Salón de la Fama, produjo docenas de récords. Fue el primer jugador hispano en ser galardonado como el Jugador más Valioso (MVP) de la Liga Nacional (1966) y el MVP de la Serie Mundial (1971). A Clemente se le conocía como “El Grande”. “Los números hablan por sí mismos”, dice Clemente Jr. “El impacto que uno tiene en el equipo no siempre se refleja en el marcador. Usaba su influencia para acercarse y conectar con los jugadores hispanos. Se aseguró de que estos entendieran que tenían que acercarse a los jugadores más jóvenes que llegaban a la liga. Les hablaba de la importancia de ayudarse mutuamente. Las probabilidades estaban en contra de estos jugadores más jóvenes y él lo sabía”.
Ampliar las oportunidades económicas de las minorías y luchar por la justicia social y contra los prejuicios fue uno de los principales objetivos de la vida de Clemente. Un encuentro con el doctor Martín Luther King inspiró aún más sus objetivos humanitarios, precisa la nota de AARP.
“Cada vez que tienes la oportunidad de marcar la diferencia en este mundo y no lo haces, pierdes el tiempo en la Tierra”, dijo Clemente.