Ambas tecnologías aportan valor al cliente y a la entidad de intermediación financiera, contribuyendo a la generación de productos y servicios financieros que no requieren la presencia física de los clientes.

El objetivo principal de ambos servicios es brindar confianza a las transacciones que ejecutan los usuarios del sistema financiero en entornos digitales.

Por Sovieski Naut, Gerente de Economía Digital y PYMES de la ABA

La transformación digital adopta, cada vez más, nuevas formas para hacer la vida más fácil y cómoda a los seres humanos, este proceso genera eficiencias, reduce costos y genera nuevos modelos de negocio, antes inimaginables. Un ejemplo de estas tecnologías que sirven de soporte a la banca mundial para generar una experiencia de usuario sin fricción y cada vez más personalizada son el Onbording y la firma digital. 

En sentido amplio, el objetivo principal de ambos servicios es brindar confianza a las transacciones que ejecutan los usuarios del sistema financiero en entornos digitales. Esta confianza comienza con el proceso de Onboarding Digital, cuyo fin es validar que una persona es realmente quien dice ser a través de un canal digital. Para esto, se requiere la validación del usuario que ingresa por primera vez a un canal digital de la empresa, el cual debe confirmar la identidad de la persona a través de documentos oficiales válidos, una prueba de vida y validación de los medios electrónicos a través de los cuáles se pueden acceder a los servicios digitales (celular y/o correo electrónico).

 Una vez el usuario ha sido confirmado y se ha concluido su proceso de “Onbording Digital”, es imperante que las transacciones que requieran su firma puedan ocurrir en un entorno digital con igual validez legal que en el mundo físico, para lo cual existe la firma digital. Las firmas digitales poseen una importancia capital en este proceso de generación de confianza, aportando menor fricción a los procesos de colocación de productos y servicios de los bancos y generando ahorros en tiempo y dinero para los usuarios y entidades financieras.  

Ambas tecnologías aportan valor al cliente y a la entidad de intermediación financiera, contribuyendo a la generación de productos y servicios financieros que no requieren la presencia física de los clientes, eliminando largas filas y costos operativos innecesarios para los clientes y las instituciones de intermediación financiera. 

La prestación de servicios de confianza en entornos digitales, como se le conoce a las tecnologías comentadas en esta entrada, constituye una ventaja estratégica para la banca mundial y el caso dominicano no es una excepción a esta tendencia que venía en aumento y que la pandemia aceleró significativamente. 

Reconociendo esta importancia, desde la ABA, estamos apostando a la integración de servicios de confianza en toda la cadena de valor de servicios financieros que se traducen en reducción de costos, inclusión financiera y una experiencia sin fricciones para el usuario.